El nuevo vial que une la Calle Bataneros con la Avenida Primero de Julio, a la altura de correos, ya está asfaltado y alicatado impecablemente, hasta los dientes. El espacio añadido que linda con el colegio, igual: un asfalto inmaculado y reluciente hace gala de su negrura bajo un sol abrasador de una canícula prematura y dura, durísima.
Oyendo a Feijóo alguien podría pensar que está muy enfadado con el Gobierno de Pedro Sánchez. Alguien podría pensar que el caso “Leire Díez” le ha levantado de la silla todo enfurecido, para denunciar al Gobierno de Pedro Sánchez. Alguien podría pensar que algo muy grave ha tenido que pasar para que el “moderado Feijóo” exija al Gobierno de Pedro Sánchez que se vaya y convoque elecciones. Pues tengo que decirle que tiene razón; si en el caso “Leire Díez” se confirman las apariencias habrá que exigirle al partido responsabilidades. Antes no.
Me cuenta Juan Pedro que hace unos días, después del diluvio, cuando atravesaba el puente sobre el arroyo Humanejos camino del hospital, percibió una especial e íntima sintonía con la naturaleza. Apasionado me relata que fue un momento singular pues acababa de amanecer y los rayos del sol iluminaban las verdes hojas de los chopos, fresnos y olmos, y las higueras se manifestaban frondosas, mientras percibía sonidos del aleteo y de los trinos de los pájaros entre las ramas. Además, por su cauce discurría un regato de agua casi transparente.
Después de oír la intervención de urgencia de Alberto Núñez Feijóo desde la Sede de Génova, veo un resumen del último libro de José Luis Rodríguez Zapatero “Solución pacífica”. Solo puedo opinar sobre lo que es simplemente una recensión de un libro. Pero creo que es suficiente; y sobre todo conociendo a los dos personajes. Suficiente para afirmar que no es problema de derecha o izquierda. Es problema de visión social y política a muy diferentes niveles. Es el enfrentamiento de una mirada simple y entre márgenes muy estrechos, contra una mirada amplia y proyectada al futuro.
Nunca tomé papel y pluma, para escribir, sumido en una tristeza tan profunda, y un ánimo por los suelos, como lo hago hoy para referirme al presidente Felipe González. Nunca. Y lo hago por sinceridad y lealtad conmigo mismo. Ha sido, en política mi referente, mi ídolo. No suelo ver el “Hormiguero”. Considero que no satisface las condiciones mínimas que debe reunir un programa de televisión. El jueves pasado lo vi, porque se trataba de Felipe González; y ojalá no lo hubiese visto. Fue una equivocación de las que a veces cometemos, de forma más o menos conscientes.
No se trata de ninguna ocurrencia. No es algo que le surgiese de forma espontánea, el otro día, a Feijóo. No. Es una maniobra política muy bien diseñada desde hace muchos años. Es una operación de márquetin, una obra creada por “algún experto” en imagen y propaganda, cuyo nombre no quiero señalar. Se puso en marcha en los años noventa, con el “Váyase Sr. González”. Ni siquiera es una frase para vender un producto en un momento dado. Tiene un profundo sentido ideológico y estratégico. Está pensada para dirigirla a quien se le considera no legitimado para gobernar.
Hace treinta años, Nueva York vivía secuestrada por una mafia que controlaba el negocio de la basura con puño de hierro. Familias mafiosas como los Gambino se repartían las rutas de recogida, decidían quién pagaba, cuánto y por qué. Y no había escapatoria: si querías que alguien se llevara tus residuos, o pagabas lo que te decían o te arriesgabas a que se te acumularan las bolsas en la puerta.
Orgulloso de pertenecer a una institución que es capaz de movilizar al mundo entero como lo ha hecho la Iglesia Católica. El fallecimiento de su máximo representante, y la elección de su sucesor, ha despertado un interés informativo como ningún otro acontecimiento. La palabra “Católica” significa universal; y así ha hecho honor en esta ocasión: un acontecimiento universal; un acontecimiento que no ha dejado indiferente a nadie. Todo el mundo mirando con expectación el perfil del nuevo Papa. Y, ¿por qué será? Debe tener su explicación.
Gracias, gracias, gracias. No quería empezar de otra forma. Lo del sábado fue increíble para mí.
En estos días de una lluviosa y destemplada primavera las musas están indolentes, desaparecidas o se las lleva el viento. Por eso, ante el reto propuesto por mis compañeros del Globosonda y la ausencia de ideas, se me ocurrió solicitar ayuda a mi amiga Irene.
Esperan en la noche. Las antorchas llamean su impaciencia bajo un cielo de amatista y de cinabrio. De lo bravío de la sierra descienden aromas de romero, de jara y de cantueso mientras el canto del autillo remonta desde los taludes del río con la cadencia de lo que no conoce la premura.
Unos ojos de lluvia es el poemario con que la escritora manzanareña Juana Pinés Maeso obtuvo el XLV Premio de Poesía 2015 “Pastora Marcela”. Publicada por el ayuntamiento de Campo de Criptana en 2016 e ilustrada por Alba Baeza Pinés, esta obra de diecinueve poemas sin nombre comienza con unos versos que admiten e incluso ruegan la mentira como prevención del desamor: “…miénteme, miénteme, dime tan sólo / que para ti yo soy el sol de junio / que empieza a sazonarte los frutales…”. Es el amor ciego, quizá obsesivo, el amor dependiente, crédulo, adicto a naturalizar el fingimiento y la falsedad de la persona amada con tal de no perderla. Como perdida estaba una carta manuscrita y sin fecha que la autora encuentra entre el silencio de las páginas de un libro. Es una hoja descolorida por el tiempo, una historia que Juana Pinés expresa en un poema narrativo envuelto en una delicada atmósfera de añoranza, memoria y sentimiento: “Era una simple carta / como una mariposa disecada, / ... cuyos trazos tenían / color de hierba muerta”.
Esta mañana, he tenido la suerte, de formar parte de un acto conmemorativo del día internacional de la mujer, entre alumn@s del I.E.S Francisco Nieva y siete usuarias del centro de rehabilitación para personas con enfermedad mental.
A finales del siglo XIX y principios del XX, miles de mujeres trabajaban en el sector textil en condiciones infrahumanas. Dieciséis horas de trabajo era una de esas características laborales.
Me dirijo a través de este medio para manifestar mi profundo malestar y preocupación por la grave situación que afecta actualmente a los pacientes pediátricos de nuestra localidad, especialmente aquellos que requieren atención cardiológica. La situación que se está viviendo en el Hospital de Valdepeñas es insostenible, especialmente para aquellos niños que necesitan atención cardiológica. Una especialidad vital para garantizar su salud y bienestar.