Ese es el panorama político que tenemos en España en estos momentos. Nadie, pienso yo, a estas alturas está en condiciones de prever lo que va a pasar a corto y medio plazo en la vida política española. Nos han llovido los errores por los cuatro puntos cardinales, y ahora, a ver quién para esta tormenta. Unos se estaban creyendo ingenuamente, que, con una agenda social, -sin duda buenísima-, era suficiente para estar tranquilos y optimistas en el porvenir político y social de España. Se olvidaron de que la política es muy compleja, que tiene muchas aristas, y que pueden saltar las costuras por donde, y cuando, menos se espera.
Mantenerse ignorantes de que la corrupción, solo cabe en casa del vecino, ha sido letal para el PSOE. Garbanzos negros los hay, o los puede haber, en cualquier familia, por muy honorable que la consideremos. Ingenuos o cínicos. Es verdad que no todos reaccionan de la misma forma ante la corrupción; es verdad. Pero no es suficiente. Había que tener los ojos y los oídos muy abiertos, y no los han tenido. Poco creíble que no supieran nada, y si de verdad no lo sabían, peor.
Pero crucemos a la acera de enfrente. Tener escrita, una historia bien repleta de corrupciones, y tratar de sacar provecho electoral por la corrupción ajena, es…, no quiero poner calificativos, porque no es el momento de acusaciones e insultos. Es el momento de colaborar todos para erradicar el mal. Los que sinceramente, estén interesados en acabar con esta lacra, no lo demuestran con el “Y tú más”. La forma de acabar, o intentar acabar, es la puesta en común de un gran “pacto de estado por la corrupción”, como otrora “Los pactos de la Moncloa”, o “El pacto antiterrorista”, que tan buenos resultados dieron ambos.
Insisto: Estamos en uno de los momentos más cruciales para el prestigio de la democracia y de sus instituciones. Intentar resolver el problema poniendo el foco en como salvar las expectativas electorales, sería un error garrafal, que podemos pagar muy caro todos los españoles. Tirarnos los trastos a la cabeza, o presentar espectáculos como los que se representan, habitualmente, en el Congreso de los Diputados, es no querer resolver el problema. Es sencilla y llanamente querer aprovecharse de la crisis; no resolverla.
Julio García-Casarrubios Sainz