La decisión del Gobierno de conmemorar la muerte del dictador Francisco Franco como final de una dictadura y el inicio de una democracia, ha provocado la reacción de un sector que todavía, 50 años después, añora el franquismo. No han tenido en cuenta que en cualquier democracia la exaltación de crímenes contra la humanidad, es un delito. A la democracia le debemos la libertad de opinión y de pensamiento. Pero tal libertad no implica la exaltación de las atrocidades cometidas.
Esa libertad, que precisamente ellos no admitían, les permite pensar y expresarse como quieran. Una libertad que los demócratas tienen la oportunidad de aprovechar, y deben hacerlo, para desmentir, lo que ahora quieren mostrarnos. Con la lectura del manifiesto “Ni olvidamos ni callamos” podría pensarse que España fue, durante la dictadura franquista, un lugar envidiable para vivir; y Franco el mejor gobernante que ha tenido nunca. Siguiendo la propaganda del régimen, el texto define a Franco como un “hombre bueno” que trajo la “paz y la prosperidad”, propició “la reconciliación” entre españoles, “salvó” al país y propulsó la economía española hasta cotas casi milagrosas.
Es incomprensible que 50 años después haya personas dispuestas a suscribir los mitos en los que se fundamentó la dictadura franquista. Bueno, hasta cierto punto es lógico que lo firmen nietos del dictador, o el golpista Antonio Tejero. Lo que ya está fuera de toda lógica, es que tengan seguidores; que con la información de la que disponemos hoy en libertad, se celebre el triunfo de los sublevados, de lo que llaman “Cruzada de Liberación”. La libertad de pensamiento no incluye que se califique de cruzada a lo que fue “un golpe de Estado”. Y ahí está la preocupación.
No en los que suscriben el texto, sino en los que lo siguen y lo aceptan. Hoy existen fuentes de información. Hay historiadores, hay hispanistas, hay estudios contrastados. Los que estudiamos bachiller en los años cincuenta no teníamos otra información que los textos de Pérez Bustamante. Pero hoy quien no sepa la verdad, es porque no quiere saberla; es que se siente más cómodo en “esa ficción”. No quiero pensar en que pudieran ser partidarios de una dictadura como la que tuvimos. Lo preocupante es que haya miles y millones de votantes apoyando esa opción.
Julio García-Casarrubios Sainz