La Europa que hemos conocido y que hemos disfrutado, es una herencia recibida, que no debemos tirar por la borda. Hay que explicarles a nuestros hijos y a nuestros nietos, que esta no ha sido la Europa de siempre. Europa ha sido en multitud de ocasiones centro de enfrentamientos, de discordias, y de guerras cainitas. Ha sido lugar de luchas nacionalistas por ser más que el vecino; por tener más poder. La Europa que hoy conocemos se forjó en el año 1945, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, convencidos de que la unión, la cohesión y la solidaridad, era el mejor y único camino, para una convivencia en continuo progreso.
Ha constituido la etapa más próspera y pacífica para sus ciudadanos. Ha sido y es, ejemplo y referencia, para avanzar en derechos y en bienestar social. Sí, hay que decírselo a quienes han heredado este ejemplo de convivencia, y que algunos quieren cargárselo gratuitamente, porque piensan que la ley del más fuerte les propiciará beneficios. Hay que decirles lo que fue España sin Europa, para que comparen con lo que es España dentro de Europa.
Quieren cargarse este sistema unos enemigos externos, y otros internos. Los externos, como los belicistas Putin y Trump, insaciables por el ansia de riqueza y poder. Pero también los hay internos; están entre nosotros; es una derecha ultra, que por sentimientos ideológicos, prefieren volver a los nacionalismos; niegan la esencia de Europa porque no entienden de cohesión y solidaridad; solo les impulsan los valores patrios excluyentes; niegan todo lo que venga de fuera, si son personas, como si son costumbres, culturas o avances. Es el negacionismo y la cultura del más fuerte.
La Europa en la que nosotros crecimos, -la idea más valiosa-, está amenazada. La Europa que se construyó sobre el dolor de millones de ciudadanos; esa idea de una Europa que nos dio el periodo más largo de paz y prosperidad. No podemos permitir, que se apodere de nosotros un sentimiento de conformismo y pasividad; no podemos permitir que, lo que nuestros antecesores recientes nos han heredado, termine en manos de unos desalmados, que son menos, pero muy activos. La herencia europea es nuestra riqueza vital.
Julio García-Casarrubios Sainz