EFE/ Ronald Peña R
La política exterior, en cualquier país de democracia consolidada, es considerada como tema de Estado. Un partido que utiliza asuntos internacionales para desgastar a su oponente es considerado un irresponsable, porque daña, y mucho, el prestigio del país. Le importan más los resultados electorales, que hipotéticamente, pudieran reportarle, que la imagen de un país serio, un país de peso, en el concierto mundial. Los asuntos que interesan a su país no pueden entrar en la pugna política, porque se presenta ante el mundo como un país de posicionamientos débiles. Hay que mostrarse al mundo, fuertes, coherentes, unidos.
El pasado 28 de julio se celebraron elecciones en Venezuela. Nada nuevo: resultado incierto sin las garantías de un país democrático, y el aprovechamiento de la derecha para arremeter contra el Gobierno de España. El presidente Maduro se autoproclama vencedor, negándose a enseñar las actas de las mesas electorales, y la derecha española, importándole más el desgaste de Pedro Sánchez que las dificultades de un país que tiene serios problemas sociales, económicos y políticos.
Todo previsible: Al Partido Popular le valdría el resultado incierto, para agitar, una vez más, el panorama político en España, sin importarle un pimiento la inestabilidad del país caribeño; inestabilidad que puede dañar al propio país, a su entorno más próximo, y a las relaciones con los países europeos, principalmente con España. No se dan cuenta, y si se dan, peor, de que se ha abierto un frente diplomático de primer orden; muy difícil de gestionar, y que con su actitud, solo pueden causar serios perjuicios.
Venezuela, un país rico, ha tenido históricamente el problema de un mal reparto de esa riqueza. Ni el neoliberalismo anterior, ni la revolución chavista después, han sido capaces de arreglarlo. Es responsabilidad de todos: de la comunidad internacional, del mundo iberoamericano, de Estados Unidos, de Europa, de todos. Y España está tratando de aunar posiciones para hacer frente de forma concertada a un problema que nos afecta a todos. Es una irresponsabilidad de enormes dimensiones poner palos en las ruedas solo por espurios intereses de partido ante un asunto de Estado.
Julio García-Casarrubios Sainz