jueves, 1 de mayo de 2025, 00:35

Cambiar la Constitución

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La Constitución ha dado unos resultados, probablemente superiores a los que los propios constituyentes habrían previsto. Nació en un momento, difícil donde los haya, y por tanto con las carencias lógicas. Ha supuesto la estabilidad democrática en nuestro país, que nunca fue capaz de consolidar. No se le puede pedir más. Pero deben, debemos todos, ser conscientes de que por las carencias, y por el cambio de los tiempos, se hace necesario actualizarla si no queremos que se nos muera; si no queremos que se nos haga inservirble.


Nadie puede dudar de que se hace imprescindible acabar con el anacronismo de la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión de la Corona. Nadie puede negarse a cumplir con una normativa europea e internacional, desde hace más de 17 años, de cambiar el término disminuido por personas con discapacidad. Nadie puede ocultar la necesidad de adoptar los cambios para que el Senado cumpla su misión de cámara territorial. Hoy es urgente y necesario, algo que en el año 1978 era inimaginable, la introducción de derechos y obligaciones emanados de los cambios climáticos y digitales.


Sí, esas son las dos fuentes de las que se pueden deducir los cambios que cada día se hacen más urgentes. Las circunstancias que hoy existen y que hace 45 años eran inimaginables, por una parte, y por otra, las cuestiones que no se podían abordar por miedo a que una derecha intransigente podría acabar con el proceso. Había sectores involucionistas con mucha fuerza que podían hacer reventar las ilusiones puestas en la tarea de democratizar España. Algunos, los mismos que hoy se presentan como los defensores del constitucionalismo.


La misma Constitución que hizo frente al terrorismo, a un golpe de Estado, a varias e importantes crisis, y a quince elecciones generales, puede terminar en papel mojado, si no nos proponemos todos, actualizarla. Todos. No es posible que hoy, 45 años después, exista el mismo peligro de inmovilismo y obstruccionismo. Va a ser difícil, porque algunos se han dedicado a sembrar crispación, y a polarizar a la sociedad. Dos inconvenientes que van a resultar difíciles de salvar. La polarización y el enfrentamiento continuo es el mayor obstáculo para avanzar. La lucha por la normal convivencia es la mejor de las fórmulas para hacer frente a lo que vaya surgiendo. Pero parece que algunos no lo ven así.



Julio García-Casarrubios Sainz

http://juliocasarrubios.blogspot.com