Lo primero, para que nadie manipule y tergiverse el debate, es decir una vez más que no se trata de un problema de Monarquía o República; que no se trata de reformar la Constitución; -que lo es, y que algún día habrá que meterle mano-; que no se trata de ver quien es más constitucionalista o mejor defensor de la patria; que no se trata de mejorar la democracia… Es, sencilla y llanamente un problema de corrupción, y como tal hay que afrontarlo; hay que detectar al corruptor y al corrompido; hay que ponerlos delante de los tribunales, y que paguen por los presuntos delitos. Y ya está. Con celeridad. Como hay que hacer con todos los corruptos. Nadie puede irse de rositas.
Otra cosa muy distinta es que “El Pacto Constitucional” hoy vigente, lleva mucho tiempo pendiente de revisiones. Nadie ha querido revisarlo; nadie ha tenido la voluntad política de actualizarlo; nadie ha querido reconocer con honestidad y valentía las condiciones en las que se produjo ese pacto. Hay todavía mucho cínico que quiere atribuirse la constitucionalidad, sin reconocer el mérito de los que más cedieron, de los que se dejaron la piel para llegar al pacto, que supuso dejar atrás la dictadura.
Hay que estar preparados, para cuando llegue el estudio y el debate sobre el modelo de estado que queremos. Quizá este momento no sea el más oportuno, ni siquiera aprovechar un caso de presunta grave corrupción para abrir ese debate. Enmarañaría el debate. Pero hay que abrirlo, mañana mejor que pasado. Sin miedo. Debemos dar muestras de un país maduro que sabe reciclarse respetando los procedimientos que establece la propia Constitución y alcanzando consensos.
Pero no nos engañemos el modelo de estado, Monarquía o República, no es el único capítulo pendiente de revisar. Hay que revisar también, entre otros muchos, hoy mejor que mañana: el estado de las autonomías, las políticas de bienestar social, el sistema fiscal, de pensiones, de Educación, de Sanidad o de Dependencia; hay que revisar el funcionamiento de la Justicia. El verdadero amor a la Patria se demuestra con un Pacto Constitucional, que afecte, que beneficie, a todos los ciudadanos. Después, los partidos que gobiernen, aplicarán sus diferentes fórmulas para dar cumplimiento a ese Pacto. Pero el Pacto debe ser de todos. Si la Constitución no la actualizamos permanentemente, se nos muere; se hace ineficaz.
Julio García-Casarrubios Sainz