Autor: José Agustín Blanco Redondo
“Pienso también en esa compañera
que me esperaba y que tal vez me espera”
Jorge Luis Borges
Dedicado a Antonia Lérida
La compañía en un bien valioso, pero hay que saber elegirla. No todas las compañías son necesarias, no todas son saludables. Debemos valorar cuáles nos hacen bien, cuáles nos respetan, cuáles actúan como cauterio para las desgarraduras del alma. A menudo, es la familia nuestra mejor compañía. También los amigos, esas personas que elegimos porque a su lado vemos la vida de otra manera, con optimismo y ánimo de superación. Podría ser también la música, ese arte prodigiosamente descrito por el humanista José María Lozano Cabezuelo: “Y esa música, milagrosamente, desaloja de nuestro ser el frío del miedo y del dolor.”
Otra de las compañías imprescindibles son las palabras. Las palabras que, sabiamente dispuestas en versos o, tal vez, en frases, párrafos y páginas, ensayan de súbito en nuestra conciencia la alquimia sanadora de la literatura. Y con estas compañías, voluntariamente adoptadas, es sencillo emplear la solidaridad como argamasa para levantar a nuestro alrededor un mundo algo más habitable, algo más humano.
En estos tiempos extraños, tiempos de confinamiento, incertidumbres y dolor, las palabras han volado entre personas que no se conocían, pero que compartían su amor por la literatura. Y esta unión, con el delicado hilo de bramante de las palabras, se ha fortalecido cada día a través de unas simples llamadas de teléfono. Isabel Allende, Federico García Lorca, Gustavo Adolfo Bécquer y autores anónimos de leyendas, romances y cuentos orientales se han convertido así en esa compañía necesaria que nos eleva el espíritu, aparta la melancolía y nos hace más fuertes. Es importante saber que, aún hoy, meses después del inicio de la cuarentena y ya con la esperanza del final de esta pandemia arraigada en los recodos del corazón, esas palabras continúan aleteando a través de un bucle perfecto conformado por la persona que escucha por teléfono a su, quizá todavía, desconocido lector. Siempre las palabras. Las palabras a través del tiempo.
Por último, quisiera dar mi enhorabuena por esta iniciativa solidaria a la Biblioteca Municipal de Valdepeñas. Ellos han sabido pergeñar los hilos de bramante que, al azar, han unido a las personas participantes en este proyecto literario tan especial.