sábado, 26 de julio de 2025, 22:16

“Nunca seré un renegado rufián”: Jesús Velacoracho proclama su amor eterno a La Solana

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Jesu00fas Velacoracho recibe una placa de manos de la alcaldesa tras su pregu00f3n



Llegó cargado de referencias a poemas y canciones. Y, precisamente, hay una canción que dice así: “Se te nota en la mirada…”. Jesús Velacoracho Jareño era un hombre feliz este jueves. Tal vez, el más feliz entre los felices. Se le notaba en la mirada. A sus 72 primaveras, por fin cumplía un sueño no disimulado: ser pregonero de la feria de La Solana, la fiesta mayor, la más emblemática. Y también, la que más recuerdos y nostalgia suele despertar cuando uno hace lomo en su calendario vital. “Si tú me dices ven, lo dejo todo”, recordó el pregonero, parafraseando la célebre canción.

El paseo central del parque de La Moheda acogió por segundo año el pregón en honor a Santiago y Santa Ana. El viento avivaba el flameo de las banderas tras el atril del escenario, y junto a una bella maqueta de la parroquia de Santa Catalina. Allí, Jesús Velacoracho pronunció el quincuagésimo séptimo pregón de feria, que arrancó en el año 1966 (con algunas páginas en blanco). El Cronista Oficial de la Villa, Paulino Sánchez, se encargó de recordarlo durante la presentación, en la que también trazó el perfil del pregonero. Recordó su condición de docente jubilado, su destreza en temas de historia o gastronomía, amén de su singular preparación en el ámbito del conocimiento o la ciencia. Sin embargo, enfatizó su condición de solanero: “Pese a la distancia geográfica de su localidad de origen, mantiene los vínculos con el pueblo donde nació, como ha demostrado en numerosas ocasiones”. “La patria del hombre es su infancia, escribió el poeta”.

En efecto, Jesús Velacoracho solo vivió en La Solana seis años, de los cuales la mitad en el Bachillerato (un curso en la recordada Academia Minerva, y dos más en el Instituto Modesto Navarro). Suficientes para forjar un sentimiento que, lejos de languidecer, ha crecido con el tiempo. “Como había vivido en tantos sitios, no sabía de dónde era, y aprendí a ser solanero aquí”. Fiel a su díscola condición en la oratoria, acabó prefiriendo la frescura (y el riesgo) del discurso no leído. Declamación casi pura, con pequeños vistazos a los folios, en un mosaico de remembranzas, evocaciones, alusiones, y también reivindicaciones.

“Siento nostalgia de que mis padres no puedan verme en este atril”. “Me cae hasta una lágrima”, admitió. Sus progenitores estuvieron muy presentes toda la noche, pero también otras personas que han marcado su vida: su mujer Fina, sus hijos, sus hermanos… Y se detuvo en alguien muy especial, un amigo. “Seguí con atención y esmero la experta mano de todo lo campero que tenía mi entrañable amigo Nicolás Padilla, compañero cabal”.

Jesús Velacoracho lleva 53 años en Cataluña. Vive en Vilafranca del Penedès y no oculta su admiración por la riqueza de esa tierra a todos los niveles. Habla y escribe catalán a la perfección y es colaborador habitual de un periódico poco inclinado a lo español: El punt avui. Sin embargo, nada ha cercenado el apego a su cuna: “He sido un resuelto custodio y un rocoso rompeolas de mi condición de solanero, manchego y español, y donde vivo no es fácil ser español”. “Me quejo de los que reniegan de su condición; yo jamás seré un renegado rufián”.

El pregonero no olvidó a la diáspora. Es más, su pregón estuvo en buena parte dedicado a ellos. “El 35 por ciento de mi familia ya no está en La Solana, y lo más Trieste es que no tiene visos de volver”. Fue ahí donde ponderó el valor de un cordón umbilical que redime de alguna manera esa ausencia: Gaceta de La Solana. Alabó el papel de la veterana revista municipal, de la que presume entre sus allegados cada vez que le llega, puntual, a su domicilio en la capital del Alto Penedès. “Digo que viene de un pueblo señor y galán, templado y con futuro, que para mí es cosa grande”.

Finalizó asumiendo definitivamente el papel que le traía como pregonero de la feria del Apóstol Santiago y de la abuela Santa Ana. “Esta noche prendo la llama que el pueblo expectante pide y reclama: el comienzo de la feria. A eso he venido, tanto a pregonarla como a sentirla. Y enviar a los que nos faltan, a los hermanos ausentes, un emotivo recuerdo y un abrazo muy fuerte, el de sabernos compañeros, muy compañeros, para que todos nos sintamos solaneros del alma, ¡solaneros!”.


Solanero es más que un gentilicio


La alcaldesa entregó una placa a Jesús Velacoracho, al que expresó su gratitud por un pregón que “me ha encantado”, dijo Luisa Márquez. Cree que él encarna el espíritu solanero con orgullo y que nunca olvidó sus raíces. “Ser solanero es más que un gentilicio, es una llama que arde en el alma de quienes llevamos el azul y el amarillo de nuestra bandera corriendo por las venas”, subrayó. La regidora habló de cómo la llegada de la feria aviva ese sentimiento, volviendo de alguna forma a la niñez. “Los momentos simples y puros que nos dejaba la feria cuando éramos niños se quedan grabados en el corazón; la mano de mi madre y los hombros de mi padre bajando al ferial…”. “Gracias, Jesús, por representar con orgullo lo que somos”.

A esas horas, noche ya cerrada, un extraño fresco se apoderaba del ferial. Los abanicos repartidos por las sillas quedaron para retrato. Serán útiles en otro momento, sin duda. Aún hubo tiempo para entrar en calor con la voz del cantaor Félix Díaz-Malaguilla y la guitarra flamenca de Pedro López, que cerraron el pregón como lo abrieron, con música. A pocos metros, los tiovivos ya atronaban con sus bocinas. Es la feria, la feria de La Solana.