Leandro López Ayuso, natural de Torrenueva y más conocido en Valdepeñas como don Leandro, recibirá la Medalla de Oro de la Ciudad de Valdepeñas durante el acto institucional de las Fiestas de la Vendimia y el Vino. Un reconocimiento que asegura que no merece porque, según él, no ha hecho méritos para recibirla pero es la consecuencia de la relación de cercanía y amistad que ha tenido con el pueblo, sobre todo con la parroquia de Santa María Magdalena, en el barrio de Cachiporro. Por eso, asegura en esta entrevista que Valdepeñas, donde ha estado veinte años, le ha dado todo, paz y alegría y el sentirse realizado como cura.
¿Qué supone para usted este reconocimiento?
En un principio dije que no tenía méritos como para recibir esta medalla. Pero me dijeron que lo había solicitado la gente y entonces no quise renunciar. Para mí es la consecuencia de una relación que yo he tenido con el pueblo y el pueblo conmigo, donde ha habido una relación de amistad y esfuerzo con el pueblo. He trabajado muchísimo por la parroquia y he tratado a la gente con cercanía, con amistad, atendiéndolas a cualquier hora del día. No he tenido un horario fijo. Llegaran a la hora que llegaran, aunque fuera muy de noche, les atendía. Y también por todo lo que supone un trabajo parroquial en plan pastoral o de edificación, como cuando se cayó un tejado, que hicimos un tejado nuevo, con las cerchas vistas y un enrejado precioso. La parroquia y el colegio de las Madres Agustinas, donde estuve también unos años, ha sido una relación de cercanía y amistad. Esto es lo que supone.
Supongo que sería una sorpresa cuando se lo comunicaron...
Muchísimo. En un principio dije que no lo merecía porque yo siempre he dado todo, sin hacer ruido, con una entrega como sacerdote escuchando a la gente, atendiendo a la gente... Desde que soy cura he visitado a las familias donde había algún difunto antes del entierro en sus domicilios y en los tanatorios, una por una, les he dado el pésame, les he acompañado. Esa cercanía creo que es lo que la gente ha percibido. Y por ejemplo en la catequesis conocía a todos los niños por su nombre y a sus padres también. Y eso es consecuencia de trabajar con cercanía con la gente. Valdepeñas se mete en la médula de las personas y, por lo menos, en mí ha ocurrido. Valdepeñas para mí ha sido mi segundo o casi, casi mi primer pueblo. Se encariña uno con Valdepeñas. Y con la parroquia también. Cachiporro tiene algo que atrae.
Usted ha dado muchas cosas a Valdepeñas pero ¿qué le ha dado Valdepeñas a usted?
Mucha paz, mucha alegría. Paz en general. También ha habido algunas tensiones y algunos problemas como en cualquier negocio o actividad. Pero Valdepeñas me ha dado el sentirme realizado como cura. En la carta de despedida que escribí agradecí muchísimas cosas a todo el mundo, desde el ayuntamiento al último que hubiera nacido. Y entre otras cosas, decía que estaba muy agradecido por la atención que habían tenido conmigo en las homilías. Mucha gente me ha dicho que las homilías eran preciosas. Yo siempre preparaba las homilías. Y esa atención silenciosa de la gente a las homilías era un agradecimiento hacia mí. Y cuando iba por la calle, saludaba a todo el mundo y me saludaban con agrado. Valdepeñas me ha dado el sentirme realizado como sacerdote y como persona. Me he sentido realizado por mí y por cómo me han tratado y recibido. Y ahora cuando voy por la calle en Ciudad Real, que es donde resido actualmente, me encuentro con gente de Valdepeñas y me siguen saludando con un cariño... Todo eso es lo que yo he recibido. Y también siempre he recibido mucha colaboración gratuita en muchos aspectos, como cuando arreglamos el tejado. Y cuando compramos el Cristo nuevo que pusimos. Hubo mucha gente que dio donativos muy importantes. Todo esto es lo que Valdepeñas me ha dado, la posibilidad de sentirme realizado como sacerdote. Y yo estoy muy agradecido. Valdepeñas se me ha metido en la médula y yo voy 'valdepeñeando', 'chuleando' de Valdepeñas. Todo el mundo me ha acogido siempre de una manera muy cercana, la parroquia, el barrio de Cachiporro, en las instituciones a las que me he dirigido, el colegio de las Agustinas, los padres de los niños.... Valdepeñas me ha dado mucho, de verdad. Sinceramente.
¿Cuántos años ha estado en Valdepeñas?
20 años justos. El día en que tomé posesión fue el mismo día 20 años después cuando me jubilé. Y no he tomado vacaciones ni un sólo día. Solamente cuando me operaron de una hernia fue cuando me tomé los días que necesitaba.
¿En qué momento decidió dedicar su vida al sacerdocio?
No hay un momento concreto. Sólo al final de los estudios y en un tiempo de discernimiento es cuando decides si tienes vocación verdadera o no. Estuve ocho años de educador en el seminario y otros cuatro de profesor. De niño tienes una inclinación y unos deseos. Y entras en el seminario y vas discerniendo si eso te llama o no. Llega un momento cuando tienes que decidir sí o no, cuando hay que firmar ante el obispo. En el último año de seminarista, un compañero y yo estuvimos toda una noche en un balcón de la tercera planta diciendo qué íbamos a hacer, si íbamos a ser capaces o no. Ahí es donde se decide. Antes, siendo jovenzuelo, fui monaguillo donde tomé contacto con todo ello, pasas al seminario, estudias y ese germen vocacional va creciendo. Pero cuando decides es cuando vas a ordenarte de cura.
¿Tiene alguna anécdota de su paso por Valdepeñas?
En general me he sentido muy a gusto con la gente. Pero alguna vez me he encontrado con alguna persona que se quería confirmar. Y le pregunté si podía recibir el sacramento, si se había casado por lo civil o por la iglesia y me dijo que era lo que yo quería, que le escribiera al Papa
¿A quién le dedica la medalla?
A Valdepeñas, a la parroquia y a Cachiporro. Personalmente no me siento merecedor de la medalla pero creo que es un homenaje o reconocimiento a toda la parroquia de Santa María Magdalena. Lo tengo muy claro. Fíjate que hemos trabajado muy unidos siempre con la asociación de vecinos y las familias. Mi labor ha sido con toda la gente que he colaborado y he querido hacer el bien con todos. Eso no me lo puede negar nadie. Y que he trabajado día y noche, tampoco me lo pueden negar.
¿Quiere añadir algo más?
Muchísimas gracias a todo el pueblo y en especial a la parroquia, al barrio en general que no sólo es el de Cachiporro, sino algunos más. Creo que la parroquia de Cachiporro marca. Es un barrio acogedor, agradable y muy limpio en todos los sentidos. Un barrio donde da gusto vivir.