Mi nombre es Gabriel Sánchez García-Pardo, soy vecino de Valdepeñas, y quisiera poner en su conocimiento una situación injusta e incívica que se viene produciendo, que yo tenga constancia, desde el mes de Abril del presente año, pero al parecer también desde bastante antes. Está relacionada con la empresa PreZero y su labor de limpieza y desbroce de las vías públicas, en concreto de la Avenida Primero de Julio, nuestro Canal, en su tramo más occidental (irónicamente, por donde se encuentra la sede de nuestra Policía Local), con trabajos ruidosos a horas intempestivas y que se saltan directamente la normativa local.
Quisiera redactar este texto desde el ángulo más cercano y humano posible. Soy padre de un bebé, llevo viviendo en esta zona del pueblo menos de un año, y el pasado mes de Abril, cuando un día nos despertó a todos a las 6:00 de la mañana un ruido infernal, empezó esta odisea.
Cualquier persona que haya vivido la paternidad conoce muy bien los complicados equilibrios del sueño de los bebés, lo importantes que son para la estabilidad familiar e incluso la salud. Pero más allá de mi situación personal, por muy periférica o alejada del pueblo que esta zona pueda parecer, por aquí viven muchísimas personas, y en concreto muchísimas familias con niños pequeños. Por eso me sorprendió sobremanera asomarme a la calle a las 6:00 de la mañana para descubrir que se estaban realizando trabajos ruidosos con sierras y sopladoras, algo que podía parecer muy oficial, asumido y lógico. Algo que, de hecho, llevaba tiempo esperando porque las aceras de la calle se encontraban en un estado casi salvaje de brozas y malas hierbas y ya necesitaban ese corte de pelo. Todo tenía sentido en mi cabeza… excepto que se estuviera produciendo a las 6:00 de la mañana, provocando los llantos de mi niño, y me consta que los de varios más en la calle.
Me acerqué a uno de los operarios, en primer lugar tanteándole con el tema de las brozas en la acera y preguntándole si era conveniente que apartara mi coche, y muy amablemente el hombre me respondió que, si hacía el favor, así podría hacer mejor su trabajo (nota: estábamos en el mes de Abril y a esa hora hacía mucho frío; este dato será relevante más adelante).
Después saqué el tema de la hora a la que nos encontrábamos, y ahí el rostro de este trabajador se mudó al más profundo tedio, como si hubiera tenido que dar esa explicación cientos de veces. Sus palabras textuales fueron: “El encargado nos envía a trabajar a las 6, y nos tiene dicho que si alguien se queja o viene la policía, que paremos y sigamos después”.
Aquellas palabras me colapsaron el cerebro; aquello no era una situación aislada o una mala casualidad, sino un modus operandi bien meditado por alguien que, de una forma impasible y pícara, se estaba burlando de los ciudadanos, de las normas y, al parecer, de sus propios trabajadores. El operario, con total resignación, me remitió directamente a la policía y a Medio Ambiente. Y siguió trabajando. Haciendo ruido. Aún no eran las 7 de la mañana y mi bebé seguía llorando por la falta de sueño.
Me considero una persona prudente (y me doy cuenta de que también bastante inocentona), no me gusta meterme en líos, ni montar escándalos. Pero, pasado el rato, cuando los ruidos seguían y la situación en casa se hacía insostenible, me decidí a llamar a la policía local, cosa que (por suerte) no había hecho nunca antes en mi vida. Aquí me llevé el primer golpe de realidad: cuando le pregunté al agente si podían hacer algo o amonestar a los trabajadores ruidosos, me dijo que no porque ya estaban trabajando en el horario legal. Eran, y no exagero, las 8:02 de la mañana. Veamos… Te estoy diciendo que llevan dos horas haciendo ruido (de hecho, delante de sus narices, porque realizaron sus trabajos en la misma puerta de la policía) ¿y me estás diciendo que como ya han pasado de las 8:00 no puedes hacer nada? Jamás podré entender estas limitaciones de la justicia… Aunque este es un caso a muy pequeña escala y de poca transcendencia, nunca comprenderé que la ley solo pueda actuar si pilla al delincuente in fraganti, asestando el navajazo. Pero ese es otro tema.
El agente también me recomendó acudir a Medio Ambiente (Calle Juan Alcaide, por si os interesa), y regresé a casa tragándome mi frustración. Era día laboral, había dormido poquísimo y volví a zambullirme en esa rutina vertiginosa de trabajo, tareas de casa, cuidados y más trabajo que nos absorbe a todos. No fui a Medio Ambiente, ni hice nada más aparte de buscar en Google el nombre de la empresa que vi en el mono del operario. También encontré un pdf con la normativa municipal. En efecto: los trabajos ruidosos en la vía pública podían empezar a las 8:00 de la mañana. No a las 6:00. Qué indignación. Pero qué poco hice, llevado por ese río de conformismo, rutina y pasividad que nos arrastra a todos. Creemos que por buscar cuatro cosas en un teléfono móvil ya estamos haciendo algo o marcando una diferencia. Pero ese también es otro tema.
La vida siguió, hasta que un par de semanas más tarde, aún en Abril, los ruidos volvieron a despertarnos a todos a las 6:00 de la mañana. Aquí llamé directamente a la policía, esta vez no me pillarían con el argumento de “ya han pasado las 8:00”. Tuve la suerte además de hablar con el mismo agente de la otra vez. Así que enviaron a unos compañeros… y al cabo de un rato, los ruidos cesaron. ¡Bien! ¡La justicia funciona! ¡Vuelvo a creer en la Humanidad! Pero no. Una parte de mí pensó: aquí se está aplicando el modus operandi de “si viene la policía paramos y seguimos después”. Y así ha sido. La situación se ha repetido varias veces. Una de ellas volví a llamar a la policía (sin efecto), las otras no hice absolutamente nada. Tirar para adelante con la rutina, el sueño y el trabajo y ya está. No hablé con otros vecinos, ni fui a Medio Ambiente (aún no sé cómo es su sede), ni recogí firmas. La vida nos arrastra y no siempre tenemos fuerza para tener “más frentes abiertos”.
No obstante, la última situación (y también la más desagradable) ha tenido lugar hoy, 9 de Julio de 2024, pillándome de vacaciones, con más tiempo y fuerzas. Fiel a la lección aprendida de “no podemos hacer nada, ya han pasado las 8:00”, lo primero que he hecho a las 7:00 es llamar a la policía. De nuevo el mismo agente (creo) pero esta vez he escuchado por el teléfono un mensaje más derrotista: “Estamos en ello, ya hay denuncias puestas, pero no podemos hacer nada más”.
Esta vez no habría patrulla para silenciar a los operarios ruidosos, que han seguido trabajando de forma impune. Me he acercado para hablar con ellos. Su actitud de apatía es ya tal que, al verme aproximándome, el trabajador en cuestión ha vuelto a agachar la cabeza y ha seguido a lo suyo, lanzándome una nube de mierda de la parte baja del canal con su sopladora. Ya no hay diálogo posible. Lo único que me ha mencionado, al igual que el agente policial, es que la empresa argumenta que tienen que trabajar a esas horas para que los operarios no pasen calor… Y entonces… Cuando los enviaban en Abril con un frío mañanero del copón… ¿Cuál era el argumento? Así funciona la gente que haya tomado estas decisiones desde un despacho; se aferran a las trampas que tengan a mano para poder seguir haciendo lo que les venga en gana. Por cierto, ahora mismo, terminando este texto son las 9:30, ya no se oye ningún ruido de máquinas y en la calle hace un fresquito buenísimo. ¿No podrían estar cortando y soplando ahora? ¿O hacer jornadas más cortas pero más a menudo para poder hacer su trabajo sin tener que empezar a las 6:00? En fin, yo no le diré a nadie cómo hacer su trabajo. Pero hay una cosa clara: esta empresa, PreZero, se está saltando la normativa municipal y atentando contra el sueño de los ciudadanos. Hoy, cuando después de hablar con el operario me he metido en casa, he oído varios gritos diferentes de vecinos frustrados y enfadados. ¿Qué tiene que pasar? ¿Que alguien en un arrebato de impotencia le arroje algo a los trabajadores? Porque no me cabe duda de que unos de los mayores afectados por toda esta situación son los propios trabajadores… ¿Cuánto más hay que tensar el hilo?
Hoy, al volver a buscar PreZero en Google, me ha salido una campaña de recogida de residuos organizada en colaboración con el área de Educación y demás… Todos se daban palmaditas y colgaban medallas por la labor tan cívica y desinteresada que estaban realizando. Bien, pues, espero que se pueda dejar atrás la hipocresía y solucionar este tema lo antes posible. Yo, en esta ocasión, sí me siento comprometido y con fuerzas para usar todos los recursos que tenga a mi alcance: recogida de firmas, quejas, denuncias… y la palabra, en el caso de este texto
Desde aquí hago un llamamiento a las autoridades competentes para que se haga algo de una vez. Pero, sobre todo, hago un llamamiento a los ciudadanos, a las personas. Para que no se queden de brazos cruzados como todos estamos tan acostumbrados a hacer. Para intentar hacer frente a las injusticias y los comportamientos incívicos por pequeños que sean, desde las mierdas de perro que minan estas calles (y ese también es otro tema) hasta las reyertas callejeras a plena luz del sol. Donde la inacción y el cinismo imperen, donde el único movimiento sea el de sacar un teléfono móvil, necesitaremos como Sociedad, igual que uno va al chequeo médico, una pequeña revisión.