jueves, 8 de mayo de 2025, 05:49

Ni claro ni oscuro, sino gris

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YURI KOCHETKOVAgencia EFE



La Unión Europea consta de un procedimiento rotatorio para la asunción de la Presidencia del Consejo llevado a cabo cada seis meses. El Estado de turno al que se le atribuye dicho cargo es el encargado de presidir las sesiones de reunión a todos los niveles del Consejo Europeo y tiene por objeto contribuir a la continuidad de una adecuada gestión institucional. En esta ocasión, desde el 1 de julio hasta el 31 de diciembre de este mismo año, ha sido Hungría, cuyo representante es el ultranacionalista y euroescéptico Víktor Orbán, del partido político de extrema derecha húngaro Fidesz-Unión Cívica Húngara, quien se ha responsabilizado de esta función en uno de los conocidos como “Tríos”, grupos conformados por tres países miembros que ejecutan de manera estrecha la Presidencia y elaboran una serie de propuestas a largo plazo para la Agenda Europea de cara a un periodo de 18 meses; en esta ocasión, integrado junto con España y Bélgica. 


Víktor Orbán, que es el primer ministro, por lo que sobre él recae el poder ejecutivo, lleva en el poder catorce años consecutivamente tras haber obtenido la victoria en las cuatro últimas elecciones convocadas de las cinco legislaturas que ha presidido. Sin duda, se trata del líder más aprobado por los húngaros, prueba de ello lo refuta el éxito obtenido en las pasadas elecciones legislativas del 3 de abril de 2022, con más de la mitad de los sufragios a su favor, consiguiendo más relevancia en el Országház (Parlamento húngaro), hecho que, en su día, recibió contundentes críticas desde Bruselas. Comenzó su carrera política siendo un candidato poco polémico y caracterizado por su neutralidad, no obstante, con los años, se ha ido “radicalizando”, facto que denota el incremento en sus apoyos. 


El culmen de sus discrepancias con la Unión Europea ha sido marcado después de que el Gobierno de Hungría confirmase la visita a la que ha denominado como “misión de paz” de Orbán para reunirse en Moscú con Putin, justificándola con el siguiente pretexto publicado en un post de X: “No se puede hacer la paz desde un cómodo sillón en Bruselas. Incluso si la Presidencia Rotatoria de la UE no tiene mandato para negociar en nombre de la UE, no podemos sentarnos y esperar a que la guerra termine milagrosamente. Seremos una herramienta importante para dar los primeros pasos hacia la paz. De esto se trata nuestra misión de paz”. Todo ello ha sido anunciado tras que, durante esta semana, se haya encontrado con Volodimir Zelenski en una visita a Ucrania en la que le ha solicitado considerar un “alto el fuego” en un intento de activar cuanto antes las negociaciones de paz. Poco después, Kiev rechazaba la proposición del primer ministro húngaro mediante un mensaje emitido por parte de Igor Zhovkva, portavoz del Gobierno: "Hungría no es el primer país en hablar de ese escenario. El presidente de Ucrania escuchó a su interlocutor, pero en respuesta expresó su posición, que es clara, comprensible y conocida. Ucrania realmente quiere la paz y tenemos una herramienta para ello: Ucrania ha celebrado la primera Cumbre de Paz inaugural y se está preparando para la segunda".


Indudablemente, esta situación no ha tardado en ocasionar respuestas por parte de algunas personalidades influyentes de la Unión Europea y la OTAN. En primer lugar, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha afirmado: “Orbán no ha recibido ningún mandato de la Unión Europea para visitar Moscú”. También, ha habido reacción por parte del secretario general de la OTAN, quien ha admitido que sí estaba informado sobre el viaje, Jens Stoltenberg: “No ha representado a la OTAN en este encuentro”. Quienes no se hallaban al tanto eran la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, cuyas palabras, publicadas en X, han sido las siguientes: “El apaciguamiento no detendrá a Putin. Sólo la unidad y la determinación allanarán el camino hacia una paz amplia, justa y duradera en Ucrania”, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel: “No tiene derecho a representar a la UE en Moscú”. 


Aunque, lo cierto es que, en sí, la “Cumbre de Paz para Ucrania” no ha solucionado el problema, más bien ha hecho que Putin tome más distancia con occidente al no querer colaborar con la paz. Pero, no nos engañemos, aquí, en definitiva, nadie está poniendo todos sus empeños por colaborar con la paz: lo hemos visto reflejado en la contundente respuesta por parte de Ucrania hacia la propuesta de Orbán, esto es, ponerse a hablar en una mesa de negociación con Rusia; por su parte, la UE tampoco se muestra demasiado cooperativa al criticar las acciones del primer ministro húngaro en un intento de llevar a cabo acciones diplomáticas directas entre ambos países en conflicto para detener la guerra, no únicamente palabras desde “un cómodo sillón en Bruselas”; en cuanto a la OTAN, se ha convertido en una organización que depende exclusivamente de Estados Unidos, a quien, por cierto, le está beneficiando económicamente la guerra al hacer comercio vendiendo sus armas tanto en suelo ucraniano como en Palestina, reafirmándose como primera potencia internacional y dejando a Europa en un segundo plano. 


Sin más, permítanme compartir con ustedes una breve reflexión para concluir: en los conflictos bélicos, no existen zonas claras ni oscuras, sino que, más bien, todas son distintos tonos de gris.