Nuestra ilustre nación es merecedora de dignos representantes que dirijan y simbolicen con honra nuestras instituciones, mas, lamentablemente, no hemos podido apreciar esos valores fundamentales en el que fue dirigente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales.
Hace algunas semanas, durante la victoria por parte de nuestras valientes jugadoras en la Copa Mundial Femenina de Fútbol, el presidente de la “RFEF” dio, durante la entrega de premios a las futbolistas, un beso no consentido a Jenni Hermoso, según las afirmaciones de la jugadora. Desde entonces, la polémica por el desafortunado e impertinente beso se ha desencadenado. La noticia ha trascendido rápidamente en todas las tertulias y debates de los medios de comunicación, llegando a convertirse, si bien es cierto que de una forma un tanto exacerbada, en un asunto de interés nacional. Además, deportistas, políticos y personajes influyentes nacionales e, incluso, internacionales, se han pronunciado al respecto.
Tras esto, Jenni Hermoso lo denunció ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional. El viernes ocho de septiembre, fue esta institución la que presentó una querella por los delitos de agresión sexual y coacción, abriendo, de esta manera, la vía penal. La dimisión de Luis Rubiales se produjo el día once de septiembre a través de un comunicado emitido por la RFEF, en el que además renunció a la vicepresidencia de la UEFA. El once de septiembre, el juez encargado del caso, Francisco de Jorge, admitió la querella. A raíz de esto, se ha celebrado una serie de juicios en los que, de momento, se ha emitido una orden de alejamiento para Luis Rubiales con respecto a Jenni Hermoso e imputaciones, por coacciones a la deportista, a otras tres personalidades del fútbol español: Jorge Vilda, Albert Luque y Rubén Rivera.
Terrible es pensar en el poco decoro y educación que presentó una figura de tan suma relevancia para nuestro fútbol, un deporte de masas, tan influyente en el pensamiento social, desde el que surgen tanto confrontamientos como cooperación y camaradería. Hemos sufrido oprobio nacional, pues la imagen del fútbol español ha sido manchada por parte de un personaje impresentable con modales deplorables, desde los principios sustanciales de la ética y el civismo; un personaje que debería haber mantenido un mínimo de compostura en un momento “eufórico”, según sus palabras. Y, sí, sin duda, se trataba de un momento eufórico, puesto que fue un triunfo honorable por parte de la Selección Femenina.
Ahora, la Justicia decidirá qué hacer con Luis Rubiales tras estos desacertados actos y sus vehementes justificaciones, que no han contribuido a apaciguar la opinión pública, oprobiosamente manipulada por el amarillismo de la prensa nacional. Me parece que estos hechos deberían servir como aliciente para la correcta elección de nuestros representantes.