viernes, 9 de mayo de 2025, 20:14

Ustedes perdonen

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Luis rubiales besa a jennifer hermoso.



Es la noticia española que ha traspasado fronteras y eclipsará a todas las demás en los resúmenes finales del año. A la guerra de Ucrania, el ridículo de la investidura interruptus de Feijóo, la reedición del gobierno de coalición progresista, la ficha policial y los encausamientos de Trump, el oportuno accidente mortal del jefe de los mercenarios rusos…


Ya saben a qué me refiero. Me veo obligado a no quedarme atrás y a dar mi parecer. Y lo voy a dar con el recelo de no coincidir en esta ocasión, por lo que leo, con personas con las que básicamente coincido en valores y visiones del mundo y que son referentes de mi pensamiento y conducta. A contracorriente de la corrección política unánimemente instalada.


Cualquier ser humano español en su individualidad y todos los sectores sociales organizados según intereses diversos, se han sentido interpelados y llamados a pronunciarse. No hay cofradía religiosa o de pescadores, peña de amigos o enemigos del toro de lidia, círculo gastronómico o de alcohólicos anónimos, hermandad de labradores o ganaderos, sociedad ornitológica o casino mercantil, gremio del taxi o de modistos… Toda la sociedad que llaman civil, y supongo que también la militar, han emitido su inapelable veredicto. Ni qué decir tiene que los primeros han sido los creadores de opinión, tertulianos de toda laya especialistas en cualquier disciplina, desde difusores de basura hasta honestos comunicadores y supongo que esa especie, que no frecuento, de los llamados “influencers”. Y clubes deportivos de cualquier especialidad y categoría. Y entidades políticas o sociopolíticas. Hasta el presidente del gobierno. De la totalidad del censo asociativo, creo que únicamente falta la opinión de la Conferencia Episcopal de la religión verdadera y el equivalente de las falsas (y no por ello menos subvencionadas en su justa proporción, sea dicho de paso). Es la comidilla de las sobremesas y barras de los bares donde se arregla el mundo y se aportan soluciones para cualquier problema por intrincado que sea.


Todo colectivo se ha visto obligado a manifestarse sobre el particular, de palabra, por escrito o de cuerpo presente en concentraciones. Quienes no se pronuncian son presionados para que lo hagan, y cuando lo hacen incluso a rastras o se desdicen de aplausos anteriores, han llegado tarde o no es suficiente para no ser purgados. El asunto abre telediarios y es tema central de programas de entretenimiento. Se ha generado tal marea, tal onda expansiva, tal bola de nieve que engrosa día a día, que no recuerdo movimiento de tal dimensión popular y de tal atención mediática sobre una cuestión, en mi opinión menor, que haya sido objeto de un interés tan desmesurado cual si fuera una reedición del caso de María Goretti. Me ha escandalizado y producido bochorno una pancarta repudiando el nombre del protagonista en una manifestación de condena de uno de los recientes asesinatos machistas.


Cuánto me hubiera gustado que un movimiento explícito de rechazo social de tales proporciones se hubiera generado, por ejemplo, en torno a las tropelías de El Emérito. No sólo en las referidas al manejo de dineros y al amasamiento y ocultamiento de una considerable fortuna, sino en las cuestiones “de género”, donde el también conocido como El Campechano se ha manifestado. Con abuso de poder en su relación con las eventuales amantes, aunque fueran relaciones consentidas. Con humillación con la oficial y sacramentada, aunque haya sido también una humillación repetidamente consentida y se haya visto honrada con el premio de consolación del título de La Profesional.


En las imágenes miles de veces repetidas en las pantallas, observamos cómo a un escaso metro de la escena de marras del dirigente deportivo y la futbolista, una mujer de rojo achucha y se funde en un apretado abrazo con otra de las campeonas. ¿Con consentimiento? (oiga usted, señora, quién le ha dado permiso, de cuándo nos conocemos, reina, apártese, por favor). Creo que el inhabitual exceso, rompedor del protocolo, fue producto de la espontaneidad derivada del entusiasmo por la histórica gesta deportiva. Como esas pirámides, montones de cuerpos humanos (masculinos o femeninos, según la competición) que se forman tras un gol o victoria decisiva. ¿Habría que investigar si en esas vorágines no se producen tocamientos indeseados?


Virtual y metafóricamente se entiende, estamos asistiendo a lo que en otras culturas se llama lapidación. En la nuestra, la histórica Inquisición (la hoguera, la hoguera, la hoguera) se aplica con desproporción y es objeto de un aprovechamiento espurio, hipócrita y oportunista.


Las instituciones deportivas competentes están actuando, a la hora de tomar decisiones, con más prudencia que las masas, tentándose las ropas para no dar patinazos que se pudieran volver en su contra. De cualquier forma, cuando el terremoto pase, me temo que todo quedará en agua de borrajas, e incluso que el protagonista pueda conseguir algunos millones de indemnización para incrementar la considerable fortuna que ha venido juntando en los últimos años en el negocio del fútbol. Por cierto, con el silencio o la complacencia de sus conmilitones que ahora lo han abandonado, o de las televisiones, que al poco que termine la lapidación, correrán para pasearlo por los platós. Medios de comunicación y periodistas que cínicamente lamentan que el incidente haya ocultado el magno éxito deportivo, a la vez que son ellos quienes lo difunden y explotan hasta la náusea.


Y todo lo escrito más arriba es compatible con opinar que el árbol caído, el César al que todos apuñalan (¿tú también, Bruto?) no es un dechado de virtudes, ni humanas ni deportivas y, por el contrario, un exponente de modales macarras, arrogante chulería, machismo, torpes explicaciones, presiones, faltas de respeto, negocios poco claros. Pero, por cierto, escogido democráticamente por el cuerpo electoral que corresponde. Es un personaje del zoológico futbolístico, del comercio que mueve multimillones y conciencias. Todo apunta a que pasará a formar parte del olimpo donde están instalados por propios merecimientos ejemplares como su antecesor en la Federación de Fútbol o el que fue alcalde de Marbella, que acabaron en la cárcel. Por no citar otros nombres honorables que compaginan el negocio del fútbol con otros igual de mollares, y administran palcos de gran poder.


Lo que son las cosas. Con el historial que ahora nos cuentan atesora el interfecto, va a ver truncada su carrera por un “pico” televisado y a destiempo. Como aquel Capone, de sangriento curriculum pero al que pillaron por una simple evasión de impuestos.


Ustedes perdonen.