martes, 13 de mayo de 2025, 19:39

Para Pilar e Isabel, mis compañeras de cole

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Maru00eda Isabel Rabadu00e1n u00c1lvarez


Ahí, afuera, los romances y las coplas ya se adaptan a los sucesos que han de venir, acuclillándose entre los palillos del encaje que trajinan las bolilleras y vosotras, Pilar e Isabel, siempre habéis sido de esas mujeres reidoras a las que los paisajes nunca os nublaron la vista; pudo haber un desacuerdo, un desasosiego o una desventura pero los ojos siempre miraron más allá de una pena, de un arrebato o de una desesperanza.


Los susurros de este último año han ido avanzando deprisa, sin quererlo, y se han ido acercando por las lindes de los caminos a las escasas amapolas sedientas de nuestro horizonte.


Ahí, en vosotras, hay retazos de historias que han dejado su rastro en vuestros corazones y que se han quedado colgando en vuestros sueños; ahí, sobre algunas de las cicatrices, aprendisteis a escribir murmullos de agua que salmodiar para hacerlas invisibles.


¿Os habéis preguntado quién os enamorará cuando los silencios se aprieten?


No es fácil acostumbrarse a ellos, ni a las soledades que los pueblan pero, a veces, traen regusto de mieles a los cansancios y te acompañan en tus pensamientos.


Detrás de todo, tras esos ramalazos de sombras, están los colores, el polvo de luna de las hadas y las ringleras paralelas de nuestros paisajes; ahí están nuestros ocres infinitos, las caricias de los abrazos y las llamas de los atardeceres.


¿Vendrán todos los recuerdos a vosotras?


Las plazas, las calles, las casas y sus balcones infectados de geranios se instalarán en vuestras almas, a asolearse, a volverse de oro en vuestros refugios de bondad todos los días que quedan por venir.


Hay una tos vieja en las campanas del Cristo que aún se asusta de los besos, de las caricias y de los claustros de aire que os vienen persiguiendo en las mañanas.


Vosotras, mis queridas compañeras, habéis sabido disolver los azules cristales del hielo, encontrar los sitios donde habitar  en los corazones de vuestros niños, retrasar los momentos de las incomprensiones y dar color a la inocencia, regalar colgaduras de flores y ponerlas en sus manos.


Ahora es el momento de reír, de jugar a las escondidas y prenderse de alfileres en vuestros propios desvanes imaginados.


¡Cantad, cantad alto, cantad! ¡Haced que vuestro canto inunde las mañanas que quedan por llegar! Sois ya dueñas de las llamadas de la luz; ahí está vuestra dicha, atrapada entre vuestros dedos, llena de esperanza pero… ¡nunca olvidéis lo que fuisteis: maestras, hacedoras de mujeres y hombres libres y regaladoras de caricias, de sonrisas y de besos!


Más pronto que tarde, cuando menos lo esperéis, alguien se acercará a vosotras a deciros: “Tú fuiste mi maestra, tú me enseñaste a volar y a ser libre”.


Esto, es tan sólo un “hasta luego”; ahora, enhebrad auroras y cielos porque os lleváis el corazón y el alma lleno de dulzuras.


Tomás Megía Ruiz-Flores.


Pilar Gonzu00e1lez Guerra