jueves, 17 de julio de 2025, 08:14

La agrupación coral Maestro Ibáñez ofreció un concierto de música sacra

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La historia de nuestra música sacra, aunque con anclajes anteriores, comienza durante la Edad Media cuando la Iglesia católica incluye ciertos cantos en latín en sus ceremonias y empieza a utilizar símbolos escritos destinados a ser recordados como indicaciones musicales a la hora de ejecutar los cantos. Hasta entonces es cierto que tenemos letras de cantos, pero no su música.


Nosotros, en nuestros servicios religiosos, nos hemos acostumbrado a cantar: kyries, himnos, salmos y canciones espirituales entonadas a Dios.


Buscamos con ellas acercarnos a la divinidad, a la vez que sabemos que son expresiones formales de alabanza o declaraciones de las verdades de Dios.


Esto es lo que ofrecimos el sábado, en el Pregón de Semana Santa, y el domingo, en nuestro Concierto de Música Sacra: un conjunto de piezas concebidas para cantarse, tocarse o interpretarse en los contextos litúrgicos o religiosos.


El sábado, tras el maravilloso pregón de Antonio León, en el Auditorio “Francisco Nieva” de Valdepeñas, ofrecimos cuatro canciones ayudados de la flauta de Ariadna Díaz de Cózar, del clarinete de Rocío Yébenes Viveros, del saxofón alto de Francisco Ballesteros Gómez, del saxofón tenor de Santiago Gómez y del piano de nuestro director, Carmelo Navas López. Las canciones fueron: “¡Oh, rostro lacerado!”, coral de la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach; “Anima Christi” de Marco Frisina; “La madrugá” de Abel Moreno y letra de Carmelo Navas y Tomás Megía; para terminar con “La saeta” de Antonio Machado, Joan Manuel Serrat y arreglo de Guillermo Fernández-Ríos.


El domingo fueron otros los músicos los que nos acompañaron para ofrecer el Concierto de Música Sacra de Semana Santa: Miguel López de Lerma Cidfuentes se hizo cargo de las teclas del piano, Enrique Merlo Torres de la percusión en las marchas y Carmelo Navas López interpretó al piano la música de “La madrugá” ante la insistencia del público que la había escuchado el día anterior en su estreno.


Sólo dejaré los nombres de las canciones y los de sus autores que interpretamos: “Quien piensa en ti, Señor” de Wolfgang Amadeus Mozart y letra de Tomás Megía; “Da pacem Domine” de Giacomo Berteti y transcripción de Mario Dellapina; “Stabat mater” de Zoltan Kodaly; “Adorote, o panis” de Cipriano Aramendía; “Ave María” de Tomás Luis de Victoria; “Jesus dulcis memoria” de Hilarión Eslava y Elizondo; “¿A quién debo acercarme?” de Franz Schubert; “Tollite hostias” de Camille Saint-Saëns; “¡Oh, rostro lacerado!” de Johann Sebastian Bach; “Dies irae” y “Lacrymosa” de la Misa de Réquiem en re menor K626 de Wolfgang Amadeus Mozart.


Después de unos cálidos aplausos del público asistente, Carmelo se dirigió al piano para comenzar las notas de “La madrugá” de Abel Moreno.


Semanas antes le había dicho que estaba poniéndole letra a esa marcha; me preguntó tres o cuatro veces cómo la llevaba y, al nada de tiempo, cuando yo aún no había terminado me envío lo que él había escrito. Nos juntamos y fundimos nuestras letras; así el público pudo escuchar, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, el resultado de “nuestra locura” y que podréis volver a oír las veces que queráis en la grabación que os dejamos. La percusión fue obra de Enrique Merlo Torres.


Antes de comenzar “La madrugá”, les habíamos dicho al público que se olvidaran de Sevilla, que se vinieran con nosotros a nuestra Plaza de España y rememoraran “nuestra madrugá”.


¡Y a fe que lo hicieron! Nunca he escuchado un aplauso más cálido, más prolongado y más afectuoso que el de ayer hacia nuestra Coral. Logramos poner a la gente en pie e, incluso, asomaron lágrimas en muchos ojos.


Sólo por esto mereció la pena el trabajo de tantos días.


Después Miguel volvió al piano para cerrar su actuación de forma magistral, como en todo lo que interpretó; sonaba el redoble del tambor de Enrique, quedo pero potente.


Había que cerrar el recital como al público le gusta: con la interpretación de “La saeta”. Ellos y nosotros, nuestro público y la Agrupación Coral “Maestro Ibáñez”, trajimos la escalera e hicimos descender a Jesús de la cruz para albergarlo en nuestros corazones.


Muchas gracias a la Parroquia de La Asunción, por prestarnos su templo y atendernos; al Ayuntamiento de Valdepeñas y, en especial, a su Concejalía de Cultura; a los músicos ya reseñados y por el trabajo incansable de nuestro director, Carmelo Navas López; y –cómo no—al de los componentes de la Agrupación Coral (con vosotros da gusto cantar).


Y, para finalizar, nuestro recuerdo --siempre emocionado-- a quien nos “engañó” para que amaramos la música y que seguro estaría contenta de oír nuestra actuación, nuestra querida Inesita.