viernes, 26 de abril de 2024, 18:10

El reencuentro de un artista con su pueblo: Cien años de la primera exposición del pintor Gregorio Prieto en Valdepeñas

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Inauguración de la exposición. 3 de septiembre de 1922. Se puede observar a Gregorio Prieto sentado y detrás de él, de pie, Eusebio Vasco y Alfonso Madrid. Archivo de la Fundación Gregorio Prieto.


En septiembre de 1922, cuando el pintor Gregorio Prieto llegaba a Valdepeñas para inaugurar la primera exposición que sobre su obra se celebraba en su pueblo, lo hacía, a pesar de su juventud, con un tercer premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes y una excelente crítica como paisajista que le auguraba un sugerente porvenir. Sin embargo, salvo para los círculos culturales locales, el pintor era totalmente desconocido para la mayoría de los valdepeñeros.


Gregorio Prieto había nacido en Valdepeñas en 1897, pero a los 8 años emigró con su familia a Madrid. Durante aquel periodo de tiempo, debieron ser muy pocas las ocasiones en las que el pintor regresara a Valdepeñas, y no demasiados los recuerdos de su tierra, a pesar de lo que tantas veces se ha dicho. La exposición que entonces se inauguraba, y el homenaje que le tributaron, supuso para el artista, por el contrario, el definitivo reencuentro con sus orígenes y un punto de inflexión en su obra, pues fue a partir de entonces cuando Gregorio Prieto abrazó el mancheguismo de su creatividad: su amor por Cervantes, don Quijote, los paisajes de su tierra, y los molinos, además de fructíferas amistades como la del periodista Alfonso Madrid y el historiador y cronista de la ciudad Eusebio Vasco.


Ansia de luz


Gregorio Prieto como muchos pintores de finales de la década de 1910 se había dado de lleno al paisajismo, en detrimento de la figura, por influencia, sin lugar a dudas, de la pintura de Cezanne y el impresionismo francés. Sin embargo, entre aquel “coloso escuadrón de artistas, sin potencia creadora”, según palabras de la escritora Margarita Nelken, despuntaba Gregorio Prieto al que los críticos desde muy temprano observaron cierta singularidad, un acento propio, que lo distinguía de las meras reproducciones mecánicas de sus colegas paisajistas. Un pintor, se decía, alejado del academicismo y obsesionado por la luz y el color como una mariposa. El crítico de arte Francisco Alcántara resumía el estilo más propio de su obra con la expresión “ansia de luz”.


Sin embargo, no todas las críticas de Gregorio Prieto como avezado y singular paisajista eran positivas. En 1919 otro crítico de arte, Ballesteros de Martos, después de haber seguido su reciente trayectoria artística como alumno en las exposiciones de la escuela de artes de San Fernando y de pensionados de El Paular expresaba en la revista Cervantes: “Gregorio Prieto expone, ya no como alumno, sino como pintor, esperando la crítica el artista sin la muleta de estudiante. Este gesto, lo vemos prematuro, atrevido. No por mucho correr se llega antes”. A lo que añadía: “Después de ver las obras que ha expuesto en el Ateneo no podemos decirle otra cosa que es un muchacho de inteligencia y con un gran porvenir. Sin embargo, se encuentra algo desagradable y es que debemos decirle que los retratos que ha presentado son completamente infantiles: torpes de dibujo, pobres de color y vulgares de concepto”.


Pero Gregorio Prieto no se amilanó ante estas críticas y en la primavera de 1922, seguro de sí mismo y henchido del éxito de sus paisajes, presentó dos cuadros en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Y donde el año anterior le habían rechazado un tríptico, éste lo premiaron con la tercera medalla por el cuadro “Purificación, Nieves y Encarnación recolectando manzanas” hoy expuesto en el museo de arte Reina Sofía de Madrid. Fue el espaldarazo definitivo a su carrera.


Gregorio Prieto regresa a Valdepeñas


A los círculos culturales de Valdepeñas de aquellos años, como la redacción del diario La Región, cuyo director era el escritor Alfonso Madrid; casinos, muchos de ellos suscritos a la prensa nacional; artistas locales como el pintor Delicado y Mena; y escritores como Emilio Cornejo o Eusebio Vasco, llegaban los ecos de los éxitos artísticos de su paisano Gregorio Prieto, ausente de la ciudad desde hacía más de 15 años. El historiador Eusebio Vasco, admirador y protector de los artistas locales, como muchos otros miembros de su familia, debió ser uno de los más fieles seguidores de la evolución artística de nuestro pintor desde sus comienzos como lo demuestra que en el verano de 1922, tras conocerse los laureles de Prieto en la Exposición Nacional de Bellas Artes, junto a Alfonso Madrid, iniciaron los trámites para traer a Valdepeñas la obra de Prieto y celebrar una exposición que sirviera además de homenaje. El 22 de agosto el Ayuntamiento pleno con su alcalde a la cabeza, Celestino Sanz de Ostoloza, acordaba hacer la invitación oficial al pintor. Según expresaba el concejal y abogado Ciriaco Morales (tío del dramaturgo Francisco Nieva): “para demostrar a nuestro querido paisano que, si bien al parecer le tuvimos abandonado, no fue su patria chica una madrastra…” Por fin, el día 1 de septiembre a las cuatro y media de la tarde en el tren mixto procedente de Madrid llegaba a la estación de Valdepeñas Gregorio Prieto para dirigir personalmente el montaje de la muestra.


La inauguración


El día 3 de septiembre, domingo, a las diez y media de la mañana se procedió a la inauguración de la exposición. Abrió el acto el historiador Eusebio Vasco, como teniente de alcalde y promotor. Su discurso estuvo cuajado de alusiones a los “valdepeñeros ilustres” y a la historia de la ciudad en la que los artistas eran sus héroes. Valdepeñas, según Vasco, era una población de guerreros, escritores y artistas. Junto al historiador, ocuparon la presidencia las fuerzas vivas del momento, el capitán de la Guardia Civil y el cura párroco de la iglesia de la Asunción, Ricardo Calso Moraleda. Del acto dio cuenta gráfica el fotógrafo del diario La Región Francisco Prieto, hijo del conocido retratista valdepeñero Román Prieto y Cámara, Mondoyo.


La exposición se ubicó en el salón de plenos del Ayuntamiento, en cuyas paredes se colgaron 36 obras escogidas por el propio pintor. La muestra la conocemos gracias al catálogo que se publicó con la relación de cuadros, algunas reproducciones ilustrativas y textos con las mejores críticas de sus últimas exposiciones. Según el diario La Región nada más abrirse fueron vendidas varias obras. Con certeza sabemos que el Ayuntamiento de Valdepeñas adquirió el cuadro “Música de la fuente rota” hoy en el Museo Municipal y reproducido recientemente en un mural de la plazoleta de Clara Campoamor; y el Ayuntamiento de Calzada de Calatrava el titulado “Montaña verde”. Igualmente, es bastante probable que algunas familias de la elite social de Valdepeñas adquirieran otras obras igualmente y que hoy desconocemos. Como curiosidad, destacar que el autorretrato que Gregorio Prieto pintó a partir de una fotografía suya del célebre fotógrafo Alfonso de Madrid, y que realizó para la galería de valdepeñeros ilustres de Eusebio Vasco, presidió la exposición.


El banquete homenaje


Paralelamente a la exposición, Eusebio Vasco, Ciriaco Morales, Jesús Baeza y el pintor Manuel Delicado y Mena, organizaron un banquete homenaje que se celebró en la galería de retratos de “valdepeñeros ilustres” del Casino Valdepeñas propiedad de Eusebio Vasco en la calle Buensuceso (antiguas bodegas A7). La mesa contó con 150 cubiertos y estuvo presidida por el pintor, junto a María Fernández-Yáñez, y el cura párroco Ricardo Calso. La banda de música municipal animó la sobremesa y a la hora de los postres Eusebio Vasco leyó numerosas adhesiones al pintor y su obra, entre ellas, por ejemplo, la del escultor Victorio Macho. Además, intervino un representante del Centro Manchego de Madrid, el abogado Ciriaco Morales, que leyó poemas de la poeta local Pepita Toledo; el diputado provincial Cirilo del Río (que llegaría a ser ministro de Agricultura durante la II República); el abogado liberal Aníbal Sánchez; y el párroco Ricardo Calso, quien obtuvo la promesa del pintor de que haría un retrato de la patrona de Valdepeñas, la Virgen de Consolación, como así fue, y que hoy se puede admirar en la capilla de San Lorenzo de la iglesia de la Asunción.


De todas las intervenciones me interesa destacar la de Antonio Calero, representante de la Junta del Comercio de Valdepeñas, que acudió con el recuerdo del padre del pintor, Ciriaco Prieto (posiblemente ya fallecido), conocido como “el mueblista” por regentar un taller de ebanistería y bazar de muebles llamado “Español” en la calle de las Escuelas. Afirmaba: “Artista precoz, hijo de aquel probo y honrado comerciante que durante tantos años compartió las penalidades y vicisitudes inherentes a esta profesión”. Y apuntaba un matiz interesante en la relación del padre y el hijo al señalar: “Vislumbrando en tu edad infantil excepcionales condiciones para el arte… se trasladó a Madrid…sacrificando negocio, afecciones y amistades…seguro de que no se haría mucho esperar el día en que pudieras recoger los óptimos frutos de tu privilegiado talento. Y ya hemos visto que no se ha equivocado en su predicción”. Lo que cuestiona la visión de un padre indolente que no supo ver ni apoyar en sus primeros momentos la faceta artística de su hijo como muchas veces se ha escrito. El banquete terminó con un brindis general y unas emocionadas palabras de agradecimiento del artista. Como escribió el maestro y periodista Lorenzo Arias: “No sabemos si el arte del joven Prieto será comprendido por nuestros paisanos, no nos inquieta tanto como el que Valdepeñas hubiera permanecido por más tiempo en silencio con uno de sus hijos que está llamado a darle días de gloria, redimiéndole con este acto de otros olvidos”, como así fue.


Gregorio Prieto se despide


El día 22 de septiembre Gregorio Prieto abandonaba Valdepeñas de vuelta a Madrid. Su impresión de aquellos días, intensos de admiración y felicitaciones después de 15 años de ausencia, los reflejó en una carta de despedida al diario La Región. Escribía: “Salgo hoy de Valdepeñas, de ese Valdepeñas donde nací, y donde acabo de pasar los días más felices de mi vida…No cejaré hasta haber conquistado nuevos días de gloria para Valdepeñas, para las valdepeñeras, para los valdepeñeros. En el recuerdo de los días pasados entre vosotros encontraré las fuerzas necesarias para cumplir mi promesa”. Sin embargo, los homenajes, las felicitaciones por las exposiciones y la crítica artística eran algo efímero en la vida del pintor. La realidad, su día a día, como la de otros muchos artistas, era posiblemente menos amable. Un mes después de su partida Gregorio Prieto escribía a su amigo Eusebio Vasco solicitándole su influencia para cobrar el pago del cuadro adquirido por el consistorio valdepeñero así como sobre la pensión que, según él, Eusebio Vasco logró conseguir del Ayuntamiento para que continuara sus estudios. En diciembre de 1922 aún seguía sin cobrar la pensión municipal y el importe del cuadro. Su insistencia al historiador Vasco en el escrito sobre estos puntos nos desvela las necesidades económicas del artista en aquellos años de inicio de su carrera. 


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Gregorio Prieto y María Fernández-Yáñez en la mesa presidencial del banquete homenaje. 10 de septiembre de 1922. Archivo de la Fundación Gregorio Prieto.


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Autorretrato de Gregorio Prieto para la galería de valdepeñeros ilustres de Eusebio Vasco. Propiedad de la familia Vasco Calero.