Ha recibido el primer premio del XXIII Certamen de Dibujo Gregorio Prieto de Valdepeñas con los brazos abiertos por su obra 'Skycraper' ya que confiesa que está a punto de emigrar a Francia, debido a la complicada situación que vive el mundo del arte en nuestro país. Este bonaerense afincado en Madrid también asegura que su obra está muy desatendida en el mundo del arte, con lo cual agradece doblemente este premio, ya que hace una obra muy camaleónica que no se encuadra en ningún estilo en concreto. Es por ello que este artista, Arturo Prins, se define como un libertario visual. De todo ello, y de la obra ganadora, hemos hablado con él.
¿Cómo has recibido la noticia de que eras ganador de este certamen?
Un golpe de energía, un chute de oro, un balón de oxígeno porque estoy a punto de emigrar de este país camino de Francia. Hay una situación verdaderamente complicada porque este país está descuidando las artes, están siendo canibalizadas por el Estado, no les interesa el arte para nada. De hecho, los artistas estamos emigrando del país para poder sobrevivir y este tipo de cosas que da La Mancha entera, porque Castilla-La Mancha es una región que protege mucho las artes, al menos sus bodegueros, empresarios, industrias, e incluso una Fundación como la de Gregorio Prieto. La cantidad de dinero que se reparte entre los artistas de toda España, la región que más dinero pone es Castilla-La Mancha.
¿Qué significa para Arturo Prins este premio?
Significa un reconocimiento a un trabajo, a un esfuerzo y un saludo vital a una creación que hago que es muy complicada. Mi obra es muy diversa, muy camaleónica y, por eso, muy desatendida por el mundo del arte, por las galerías que quieren una línea, un estilo, un registro monoesteticista que sea único, la firma en definitiva. Si se sigue de la firma o del registro clásico, uno es ninguneado y queda tirado en el ostracismo. Estoy acostumbrado a la ignorancia de esto y entonces un premio como el de Gregorio Prieto da energía para seguir trabajando, que es lo que necesitamos los artistas, estímulo y gente que nos cuide y nos proteja, porque cuando se descuidan las artes, a un país le entra el cáncer.
¿Qué has querido reflejar en la obra ganadora?
Esa obra la pinté en Times Square, en Nueva York, cuando aterricé allí en 2012 después de ganar el premio Virgen de las Viñas. Es un rascacielos nocturno, neoyorquino, con un racionalismo de los edificios de allí, pero que tiene una azotea con una cúpula donde dentro hay un anfiteatro griego lleno de esculturas bizantinas, un telescopio, y también hay pinares. En definitiva, lo que doy a conocer es que América, y Nueva York en concreto, le deben todo a Europa y ahí está la fuerza y el valor de Europa y nosotros le debemos todo a Grecia, que aparece en la cúpula. Además, la cúpula acaba un poco como una pagoda oriental donde flota una flor de loto, que está como mágicamente suspendida en el aire, y el edificio en sí se convierte en una especie de cohete o de nave espacial, y por debajo se emanan los gases del invierno neoyorquino, que es el vaho que sale de las alcantarillas, así que parece como un cohete espacial o una torre derrumbándose. En la parte superior final de la cúpula hay un pararrayos y está recibiendo un rayo.
El jurado ha dicho de tu obra que mezcla lo tradicional con aires de modernidad. ¿Estás de acuerdo?
Hay que reconocer que tengo un gran amor por la arquitectura. Mi bisabuelo, que se llamaba como yo, Arturo Prins, fue un famoso arquitecto de Buenos Aires, donde yo nací, hizo más de 40 edificios eclécticos, modernistas y a la vez prácticos. Y creo que de alguna manera este retrato de una torre neoyorquina representa una mezcla de estilos o de variedades arquitectónicas, que es muy como de Nueva York, donde han ido muchos arquitectos a construir en sus terrazas finales de los edificios estilos neogóticos, neonormandos, neoclásicos... Entonces yo he recogido una especie de mezcla que he recogido en un dibujo de arquitectura casi. Es un perfil, como si hubieran cortado la cúpula, donde aparece lo clásico y lo moderno, ese ying y yang lo mantengo muy fuerte en mi obra.
¿Cómo defines tu estilo?
Soy un infiel, un paria, un esquizofrénico visual, un amante de lo diverso. Mi estilo es no tener estilo y por eso pago un precio muy alto, ya que me exijo mucho. Entre un cuadro y otro hay mucha independencia. Aunque hay elementos comunes, salto de una obra a otra con una gran soltura, no me repito, no hago series, no termino pintando un cuadro diez o quince veces. Vivo experiencias personales muy intensas y las pinto con las necesidades técnicas que cada obra pide. Son muy diferentes unas de otras. Pasar de un pop tierno, a ser un pintor simbólico, orientalizante, o ser un naif del Pacífico. Tengo un registro de varios estilos y en ellos me muevo con la libertad de un libertario visual. Me defino como un libertario visual, no me comprometo con un estilo, sino con muchos.
¿Qué es para los artistas el certamen de dibujo Gregorio Prieto?
Es un reconocimiento al mundo del dibujo. El dibujo ha sido visto como un arte menor, pero encierra todos los poderes del interior de las pieles, es el hueso duro de roer. Gregorio Prieto ha sido un artista que ha protegido el dibujo, las artes en general, y en ese sentido, este certamen es único en España, no hay muchos certámenes de dibujo, y eso es extraordinario. La Mancha tiene unos comportamientos muy saludables hacia las artes, no solamente con la pintura y la escultura, sino también con el dibujo. Además, todos sabemos que Gregorio Prieto tuvo que sufrir mucho la ignorancia de La Mancha en la época que le tocó vivir y su vida personal está cargada de aventuras muy contradictorias para el tiempo que le tocó vivir y él fue un poco resistente, con su fundación y un museo. Un museo que por cierto he visitado en una ocasión y lo que más me sorprendió fue haber encontrado una pieza que creo que es de Rembrandt, que es un retrato de Saskia, lo cual me parece sorprendente. Me quedé alucinado el año pasado cuando fui al museo porque descubrí un Rembrandt en medio de La Mancha. Además, está todo cubierto con metacrilato al ser un Rembrandt de verdad.
A continuación, plasmamos un relato facilitado por Arturo Prins, que fue el que le inspiró a la hora de crear 'Skycraper', la obra ganadora:
Ciudad de hierros, piedra, hormigón, acero, cristales, modernismo neo gótico, normando, art noveau, deco, skylines rematados con pináculos de castillos y demás desfachateces arquitectónicas. Cómo dice lucidamente una amiga que vive aquí, fruto de querer ganarle a la historia, riquezas estéticas que aún no han tenido tiempo de conquistar. Lo mezclan todo de forma espectacular. Resulta que es hipnotizante.
Es dura, inhóspita. Epítome de las razas. Llevo en un hotel de 103 años, el Ameritania, en la planta doce, huyendo de un recibimiento muy newyorkino. Y me digo, prepárate para el bizcochito del mundo del arte.
Y en cuanto al mundo del arte contemporáneo, qué podría contar…el caso es que he divagado por galerías como templos espectaculares, impolutos, enormes, con artistas tan flojos como ruedas desinfladas… excepto unos pocos orientales realmente buenos, contados casos…pero menos que contados. Todo es un show de banalidad que deslumbra cosa hueca. Se pueden comprar y de hecho se compran unas gansadas a precios que van de los cuarenta mil a trescientos mil dólares, que sólo de pensar duele: que se pague por semejantes castañazos tanto oro. Mucho me he movido y casi para nada. La más curiosa anécdota con un galerista es la que os voy a contar y no más. Un tal Stefan, de algún país del este de Europa, que gracias a un pintor español de su galería me permitió entrevistarme con él…lo primero que me dijo es que le gustaban mis gafas naranjas, las cuales me pidió para analizar. Luego le enseñé mi dossier, que vio detenidamente. Al terminar de verlo y señalarme lo que le gustaba y aquello que no, fusila con esta frase el encuentro: “You are a beginner, I won´t make money with you…”, “Usted es un novato en esta ciudad, y aquí con usted, no voy a hacer dinero. No pienso arriesgarme y ponerme una pistola en la cabeza por usted. ¿Usted sabe lo que me cuesta mantener este espacio?. No estoy dispuesto a arriesgarme como hace treinta años…” Ante semejante respuesta, ya estaba cerrando los dossiers con medio pie fuera de la galería, pero por curiosidad le pregunté si sabía a qué tipo de galerías debía dirigirme… me contestó “Yo no voy hacer ese trabajo por usted, salga y averígüelo”…la cosa no hubiera llegado a tanto, con estos modales de gangster, como dijo un amigo, pero quise sacarme una duda más, un arranque. Preguntarle si consideraba que el riesgo que hace años tomaba al escoger artistas desconocidos y apostar por ellos lo estimulaba espiritualmente… fue contundente, “Pues vaya entonces a la calle y encuentre a su galerista espiritual…”
La diligencia frenética de esta ciudad que es presentada como sinónimo de succes, éxito, riqueza y de cómo ser cool, silencia y esconde su peligrosidad como el más curativo veneno contra el aburrimiento y las pasiones. Nietzsche conocía esa velocidad enajenante, y hablaba como si estuviera retratando Ny. “La más diligente de todas las épocas -nuestra época- no sabe hacer de su mucha diligencia y de su mucho dinero otra cosa que cada vez más dinero y cada vez más diligencia ¡y es que se necesita más genio para gastar que para adquirir! Pero en fin ¡tendremos nuestros nietos!...” Así me viene a la memoria un intenso viaje en taxi por Manhattan con un italiano, que en menos de tres minutos y delante de su amiga y de mí, un desconocido, comenzó a contarnos su retahíla de posesiones. Acababa de firmar un contrato millonario con el ejército americano, vendiendo pequeñas cerámicas para componer los chalecos antibalas de sus soldados. Se pavoneaba de vivir en el East Village en un apartamento fantástico. Hizo parar el taxi delante de su portal para hacernos ver el lujoso edificio en el que vivía, contándonos como sus porteros lo saludan por su nombre, “Buenas noches señor Tommasso… signore…good evenning…”, que tenía la lavandería bien cerca, y bares fantásticos. Que podía sacar a pasear a su perrito tranquilamente en su barrio ideal, que había pagado ciento ochenta mil dólares de impuestos este año, y más o menos que ganaba casi el triple, mientras presumia de su nuevo reloj pulsera. Todo esto en casi 5 minutos. Aquí es normal ir contando todo lo que se tiene, fardar, o mejor dicho entender la importancia de tener. Tener por encima del ser, hasta que el “soy” se pierde en “tengo”. En esta ciudad vales lo que tienes. Ni más ni menos que lo que llevas en tu bolsillo y a quién conoces. Si llevas cinco dólares y de pronto te tomas un café, tú ya sólo vales dos con cincuenta. Sentí mareo y nauseas al escuchar a este tagliatelle; casi me bajo del taxi. Fue un atracón de cosas en tan poco tiempo como innecesario. Y yo que suelo ser obsceno, sentí un tipo de obscenidad desconocida hasta ese momento, nueva.
Cuando abandonaba la ciudad, hablando por teléfono con una amiga, desde JFK, me relataba que allí hay conocidos suyos que están consiguiendo cosas que en España jamás podrían soñar. Le respondí que el problema que presiento de estos newyorkinos refugiados o inmigrados es su necesidad de alcanzar tantas cosas, que al final terminan siendo gente cosa, por no decir que acaban siendo otra cosa más, justificando guerras para tener sus cosas bien funcionando.
Perdonadme esta comparación cinematográfica y exagerada y sin embargo tan oportuna. Hacia el final de su vida, Charles Foster Kane, se convirtió en un ciudadano que acumulara tantas estatuas griegas, fonógrafos, arañas, veladores, vasijas, candelabros, mujeres-cosas y hombres-sujetos a su voluntad-, como trabajos y demás objetos le fuera posible; ir desocupándose gradualmente y acabar ocupado por las cosas, terminar invadido y aislado de remate en su palacio de cosas. Aquí, tener, conseguir, ganar, alcanzar, llegar y arrollar, es una aspiración religiosa.
En esta ciudad más de la mitad de los ingresos van a parar en alquileres elevadísimos, por lo que uno acaba siendo un ser que sólo vive para forjar el dinero que terminará apenas dejándole sobrevivir. Muy apenas. Como en todas las grandes ciudades, con la diferencia, a mi parecer, que allí ni el clima humano ni su hospitalidad acompañan ni ayudan en nada.
“¿Cuál es el objeto –le preguntaba yo a un norteamericano- de ser un hombre honrado en este país y pagar seis o siete dólares diarios para vivir en un hotel que parece una cárcel, cuando siendo un bandido, se puede vivir gratis en una cárcel que parece un hotel?” es de 1936 este escrito de Julio Camba sobre Nueva York, pero al día, vigente. Y es que el mundo admira y quiere ser como esta ciudad, convertirse en una gran NuevaYork. ¿Por cuál razón se admira sobremanera a los engominados tiburones de Wall Street asfixiados en su corbatas, en su presunción de ser como allí les llaman, masters of the universe, reventando mercados con hipotecas basuras, especulando con productos invendibles, tóxicos, hablando en plata, robando impunemente? Habitando cubículos en oficinas que como colmenas representan la desertización del corazón…purgando el sin sabor de sus desesperadas vidas en gimnasios Equinox,apelotonados en cintas de correr; desequilibrados, sudando el exceso. Paseando como clones a sus caniches en el downtown, para disimular que no saben ni pueden cuidar y mimar a sus semejantes. Vamos camino a ser como ella, deshumanizada, a pesar de tanta humanidad variopinta que allí exista. Válgame como ejemplo que aquí nadie te coge el teléfono. Te darán sus números, te dirán que les llames, pero pronto descubrirás que no desean escuchar tu voz. Mujeres y hombres, solotextean mensajes y no están dispuestos a intimar y acercarse a oír tu palabra, perdiendo así matices, tonos, estados de ánimos, silencios. Sólo mensajes. También cuanto de complicado pueda llegar a ser organizar un encuentro…lo hacen por escrito. Si recibes un mensaje con una dirección y llamas al instante para proponer o añadir otra cosa, la persona no te lo va a coger. Y es que aquí no quieren acercarse demasiado, porque incomodas. La voz esconde dejos, contrastes, estados, tonalidades, pero no, ellos ya no quieren acercarse tanto. Constato que ya han perdido esta habilidad, la del contacto con el otro, la de hablar naturalmente. Nunca tienen tiempo. Así amanecen taras en el trato, tartamudeos, silencios que no saben como manejar, tan solo el trato pragmático y diligente para rendir. He llegado a oír un mensaje de voz en el contestador de una joven que sonaba así “Puedes dejarme un mensaje pero por favor no de voz, … Text me!”
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