La etapa de rebeldía se puede encuadrar en la adolescencia o se amplía a otras etapas de tu vida, ya más centradas en la madurez.
En la etapa de la adolescencia, más predominante entre los catorce y dieciséis años, según entiendo yo, hemos experimentado, una falta de inconformismo con las normas establecidas, con la disciplina, con la relación con los padres(desobediencia). Hemos querido experimentar muchas cosas antes de la edad que nos correspondía. Hemos marcado una tendencia de forma de vestir, integrados completamente a las redes sociales, y hemos tenido la tentación del consumo al alcohol, de algunas drogas más fuertes y de no aceptar las normas impuestas por los adultos. Hemos hecho botellón, comprando en las tiendas de veinticuatro horas, que no nos piden el carnet o va un adulto para conseguir alcohol a buen precio y emborracharnos cuanto antes porque así la fiesta es más fuerte. Y, después, nos vamos a un local de ocio, donde venden alcohol, a precio más caro, pero como vamos ya con el punto, con dos cubatas es suficiente.
Porque como quedamos en casa de un amigo, podemos tomar un litro de vodka, más un litro de cerveza y ya vamos con el puntito justo para estar contentos.
Otra historia, añadida al consumo de alcohol, es el consumo de otras sustancias. Mucho más fuertes, que combinadas es una bomba a punto de explotar.
Pero se mezclan, desgraciadamente. En mi etapa de adolescente, no admitía ninguna norma. Ni de la sociedad, ni de la familia, ni de los educadores. Yo quería vivir mi vida a mi manera, y todo lo que estaba establecido, me la traía sin cuidado.
Las normas, las ponía yo. Si no quería ir al instituto, no iba. Si no quería ir a clases particulares, no iba. Si quería divertirme me iba a la discoteca por la tarde y, por la mañana, nos juntábamos, desde las ocho y media, hasta las dos de la tarde, con gente de veinticinco años o más. Menos mal que a mí no me dio por mantener relaciones sexuales con una persona adulta. No había tanta información sobre el uso del preservativo, y unas cuantas niñas, de dieciséis años, se quedaron embarazadas. Ese rollo no iba conmigo.
Pero sí, admití en consumo de algunas drogas, como la marihuana y el chocolate. Me lo proporcionaban gratuitamente y ya se sabe si es gratis lo pruebas. Tampoco es que fumara todos los días y compartíamos el canuto, pero aún así, era una praxis no deseable. No me importaba nada mi educación, mis padres, la sociedad, etc. Las normas, para mí, estaba puestas o mejor dicho impuestas para controlarnos. Y yo no quería eso, quería vivir a mi aire, sin dar explicaciones a nadie, y no responder por mis actos, fueran buenos o malos.
Yo quería vivir sin normas, sin nadie que me controlara. Ni siquiera a mis padres. Cuando volvía a casa y había probado alguna sustancia, me daba lo mismo, que mi madre lo notara o yo. Simplemente le decía que estaba mareada y punto.
Pero luego llega la habladuría, los chismorreos, de la gente de mi localidad. En una ocasión, fueron a buscarme a la discoteca donde yo solía ir por la tarde. En ese momento, cuando llegué a casa, no se me olvidará nunca, mi madre me dijo que me subiera las mangas de la camisa. Pensaba que me inyectaba heroína, ella estaba muy puesta en estos asuntos, a pesar de la edad. No encontró nada, por supuesto, solo le dije que compartía unas caladas de unos porros y nada más. Eso sí, cuando llegó la cocaína, ahí me asusté. No sé qué hubiera pasado en mi vida si lo llego a consumir. Menos mal que reculé.
Sin embargo, otras muchas personas cayeron en el consumo de la heroína. El problema es que lo probaron y les gustó. Así que siguieron consumiendo.
Yo tuve la suerte, de que mis padres me quitaran de en medio. Era joven, pero tenia que volar de mi localidad. La verdad es que estuve estudiando dos años fuera y me lo pasé muy bien. Aprobaba todo y mis padres contentos por quitarme de un mal ambiente que yo, libremente elegí, pero que, evidentemente no era nada saludable.
Por eso, es tan importante la educación. En mi época todo estaba comenzando. Ahora gozamos de mucha información, de todo lo que hemos aprendido anteriormente, por eso y, recalco, la educación es fundamental. Tanto en los hogares como en los centros educativos. Uno se puede divertir, pasárselo bien, sin necesidad de estas sustancias tóxicas. Y, por eso, abogo, a los centros educativos toda la información posible para que no caigan en estas drogas que tanto mal hacen.
Ahí ya me volví un poco más formal. Las monjas eran el ejemplo y mis compañeras buenas. Aunque nunca dejé, en esos dos años de tener acceso a las drogas “blandas”. Donde había estudiantes, era fácil encontrar estas sustancias.
Ya de vuelta a mi localidad, era más responsable. Y, una vez, le pedí perdón a mis padres por mis actos de rebeldía. Necesitaba que me perdonaran. Y como los padres lo perdonan todo, me dijeron que eso estaba olvidado.
Y, es que después, no sé muy bien por qué. Me volví super responsable en mi carrera universitaria. Cumplía todas las normas establecidas. Y pasé del negro al blanco en cuestión de poco tiempo. No quería defraudar a mis padres, y así fue. No lo hice.
En una ocasión incumplí una norma. Y la persona que venía conmigo en ese momento, no podía entender que Victoria, había incumplido una norma. Qué gracia tiene….
Sin embargo, en la madurez entrada de mi vida, me he vuelto a rebelar en unos cuántos aspectos. Y, es por los palos que me ha dado la vida después, y siempre por personas. Y digo siempre porque es así. Me han hecho sufrir, me han dicho lo que tengo que hacer, lo que tengo que pensar, porque piensan que es lo mejor para mí, y, ni tan siquiera, se han molestado en preguntar qué es lo que quiero yo y, por ahí, ya no paso. Y he vuelto a la etapa de rebeldía. Dejar que los demás me ninguneen ha pasado a la historia. Vivo la vida a mi manera, o como a mí me gusta. Eso sí, sin perjudicar a nadie. Mi lema en la vida siempre es el RESPETO. Cada cual puede hacer lo que quiera sin dañar a nadie.
He entregado mi vida hacia los demás. A buscar su bienestar, pero no he recibido la misma respuesta. Tampoco lo esperaba, pero sí me ha sorprendido de personas humildes su manera de dar gracias. Eso es lo más importante.
Vivo mi vida, que es solo mía, primero respetando a los demás, y segundo preocupándome por mi y por mi mascota. Que me necesita tanto como yo a él.
Es una vida sencilla. Pero es la que quiero tener.