Pensemos que en estos momentos el comercio del vino estaba en pleno auge, puesto que ya se había firmado el convenio con los franceses y desde la instalaciones ferroviarias valdepeñeras de la compañía de Madrid a Zaragoza y Alicante, que era a la que pertenecía nuestra por entonces pequeña estación, salían todos los años, en el formato pequeña y gran velocidad, un montón de hectólitros de vino.
Era una época bastante positiva para la localidad, ya que aún quedaba mucho para que los problemas estructurales de la situación creada con el cuasi monocultivo del viñedo se hicieran patentes, tal y como magistralmente puso de manifiesto Miguel Caravantes y Cejudo en 1908. La filoxera andaba todavía muy lejos de los campos locales, y aunque ya se veían indicios de que el insecto podía presentarse en los viñedos de Valdepeñas, el asunto se contemplaba con la suficiente lejanía como para preocuparse por él.
Para mayor gloria de Valdepeñas, en 1895 la villa recibía el nombramiento de ciudad a través de la regente María Cristina y siendo ministro de la Gobernación Trinitario Ruiz y Capdecón, lo cual ponía de manifiesto no solamente la pujanza de la localidad, sino su enorme crecimiento agrícola y su envidiable posicionamiento en lo tocante a las líneas de comunicación (aspecto éste que trataremos en otro momento por ser de gran interés).
Sin embargo el periódico, como habíamos dicho anteriormente, terminó desapareciendo. No obstante varias décadas después, en 1925, Lorenzo Arias Castedo puso de nuevo en marcha una aventura periodística llamada de igual manera, El Eco de Valdepeñas, que esta vez sí iba a durar unos cuantos años, hasta el 17 de noviembre de 1936. Como nos recuerda Isidro Sánchez, el periódico tenía un corte conservador evidente, y durante la II República fue el órgano de propaganda de la CEDA.
Lo interesante de esta segunda propuesta, que antecede directamente a la que hoy ustedes pueden leer a través de Internet, es que llegó en un momento delicado para la ciudad, que estaba inmersa en problemas relacionados con el viñedo que se hicieron patentes a partir de 1911 y que se prolongaron, como bien contaremos en otra ocasión, por la renuencia de los paisanos a implementar las técnicas para la extinción de la filoxera.
Y hoy, en pleno siglo XXI, de nuevo despierta a la historia otro Eco de Valdepeñas, que esperemos sea el que se prolongue en las complejas aguas del mundo virtual. Desde esta columna intentaremos que así sea, poniendo en valor la historia local y hablando pormenorizadamente de los aspectos más interesantes de la ciudad que un día decidió vestirse de pámpanas y racimos. Es tarea compleja, desde luego, pero a ella nos enfrentamos gustosos y con el convencimiento de que ustedes sabrán disfrutar de lo que tengamos a bien contarles. Sin olvidar, por supuesto, que la historia nunca es como la vemos, sino como la recordamos…
Para saber más sobre publicaciones periódicas pueden consultar el magnífico artículo de SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Isidro, 2009, “Publicaciones periódicas valdepeñeras”, en 4º Ciclo de conferencias Valdepeñas y su historia, Ayuntamiento de Valdepeñas.
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