En la temporada de 2018-2019 se estima que hubo 35.300 hospitalizaciones, 2.500 admisiones en UCI y 6.300 defunciones debido a la gripe en España*.
En plena pandemia por el coronavirus, es muy importante poner foco de atención en el control de la gripe común, para no empeorar la situación sanitaria y mantener el sistema inmune fuerte. El equipo médico de Melio, plataforma online especializada en análisis de sangre, ha desarrollado una guía con las claves para saber identificar los síntomas de la gripe frente al covid-19, así como las recomendaciones para fortalecer las defensas.
La gripe es una enfermedad respiratoria provocada por el virus influenza que afecta a las mucosas de la nariz, la garganta y en algunos casos los pulmones. En referencia al virus de influenza, existen varios tipos pero son los tipos A y B los que causan las epidemias de gripe estacionales todos los años.
El virus influenza presenta una alta variabilidad antigénica, esto quiere decir que las proteínas de su superficie cambian ligeramente año tras año, de manera que se crean nuevas variantes frente a las cuales existe poca o ninguna inmunidad. Este el principal motivo por el que las epidemias de gripe son estacionales, se repiten anualmente y la vacuna tiene que cambiar cada año.
Los síntomas de la gripe pueden ser fiebre, tos, dolor de garganta, dolores musculares, dolor de cabeza, fatiga y congestión nasal. Sin embargo, en algunas personas la gripe puede generar complicaciones como neumonías o enfermedades cardíacas. La gravedad de la enfermedad va a depender de la capacidad del sistema inmune de cada paciente y de la existencia de factores de riesgo previos como enfermedades cardiovasculares, enfermedades pulmonares, diabetes, personas mayores, etc. Actualmente, aunque existen ciertos medicamentos antivirales para tratar la gripe, su eficacia es muy limitada y el tratamiento se centra principalmente en controlar los síntomas.
La aparición del covid-19 ha hecho que el foco de atención sobre la gripe común pase a un segundo plano. Es importante tener en cuenta que ambas infecciones pueden ser muy parecidas por lo que sería necesario realizar una prueba microbiológica para hacer un diagnóstico definitivo. Sin embargo, existen algunas diferencias entre ambas ya que el covid-19 puede producir anosmia (pérdida del olfato) y en la gripe no. Además, el periodo de incubación del coronavirus es más largo y los síntomas de su infección aparecen de forma más progresiva durante varios días.
Además de la correspondiente vacuna de la gripe a los grupos de riesgo, realizar una analítica de sangre puede ayudar a evaluar el sistema inmunológico y así fortalecerlo para que la infección sea lo más leve posible, especialmente para las enfermedades víricas respiratorias como la gripe o el covid-19.
El equipo de Melio identifica las claves para mantener el sistema inmune fuerte ante la llegada de la gripe:
Vitamina D
Varios estudios observacionales y ensayos clínicos han encontrado que niveles bajos de vitamina D aumentan el riesgo de contraer enfermedades respiratorias víricas y de desarrollar síndrome de distrés respiratorio agudo. Esto puede deberse a que la vitamina D promueve la liberación de proteínas protectoras (llamadas “defensinas” y “catelicidinas”) que inhiben la multiplicación del virus y regulan la respuesta inflamatoria en los pulmones.
El 20% de los niveles de vitamina D se obtiene a través de la dieta, incluida en alimentos como los pescados grasos (salmón, atún o caballa), la yema de huevo o el queso. El 80% restante se deberían obtener mediante la síntesis cutánea gracias a la acción de los rayos UV. Sin embargo, dado que en invierno la intensidad de la radiación UV es muy baja, es muy complicado conseguir la dosis diaria necesaria ya que sería necesario más de dos horas de exposición solar diaria.
Alteraciones metabólicas e inflamación
El desarrollo de complicaciones en las infecciones respiratorias víricas se ha visto muy relacionado con una respuesta inflamatoria descontrolada o desproporcionada, que algunos han denominado “tormenta de citoquinas”. Esto ocurre especialmente en individuos que se encuentran en un estado de inflamación crónica como en personas que padecen obesidad y enfermedades como la diabetes.
Existen algunos marcadores relativamente accesibles en una analítica de sangre que pueden detectar un estado proinflamatorio: la proteína C reactiva (PCR), fibrinógeno y la velocidad de sedimentación globular (VSG). Sin embargo, la gran mayoría de casos de estas enfermedades metabólicas pueden evitarse si se detectan a tiempo y se realizan los cambios en el estilo de vida. La pre-diabetes se puede diagnosticar mediante la cuantificación del péptido C, cuyos niveles pueden indicar un estado alterado en la secreción de insulina. Otros marcadores importantes de vigilar para evitar el desarrollo de alteraciones metabólicas que pueden hacer más susceptibles a las infecciones víricas son el perfil lipídico y la hemoglobina glicosilada.
Ejercicio físico
El ejercicio físico es uno de los refuerzos inmunológicos no farmacológicos más importantes. Realizar ejercicio físico aeróbico moderado como andar a paso rápido, montar en bici o nadar tiene un efecto antiinflamatorio. Por el contrario, ejercicio físico de muy alta intensidad como correr un maratón puede disminuir la respuesta inmunitaria debido principalmente a un aumento en la secreción de cortisol, la hormona primaria del estrés.
Micronutrientes
Mantener un estado nutricional adecuado es también crucial para mantener el sistema inmune en óptimo estado. Existen muchos micronutrientes cuya deficiencia debilita nuestro sistema inmune:
Las fuentes principales de vitamina A activa son los productos de origen animal como el huevo (en la yema), lácteos (alta cantidad en quesos) e hígado de animales y pescados. Por otra parte, la vitamina A se puede sintetizar en el organismo a partir de precursores (pro-vitamina A) como los betacarotenos presentes en vegetales de hoja verde como espinacas, kale y berros; hortalizas como calabaza, zanahoria o boniato y frutas como albaricoque, pomelo o tomate.
Estos ácidos grasos pueden ser producidos por el cuerpo a partir del ácido alfa-linolénico (ALA) presente en nueces y semillas, pero en bajas cantidades. Sin embargo, también se pueden incorporar directamente en la dieta a través de pescados azules como el atún, jurel, salmón, sardina o de suplementos.