martes, 16 de abril de 2024, 20:49

Oficios con peligro de extinción en Valdepeñas: corambreros o pellejeros y boteros

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Enrique Pedrero Muñoz.


INTRODUCCIÓN


Como consecuencia de la fama del vino de Valdepeñas y la construcción del ferrocarril, en 1861, va a ser un punto importante para la ciudad, estableciéndose entonces el llamado “Tren del Vino” compuesto por 25 vagones con numerosos pellejos íntegros de esta bebida, que salían de Valdepeñas todos los días a las 7 de la tarde, así como otros no especiales con rumbo a otras partes de España. A partir de ello y de la industrialización de la ciudad por medio del vino, aparecen nuevos cosecheros y exportadores. De esta forma si antes existían algunos artesanos como corambreros o pellejeros, cuberos, caldereros, galvanoplastias, carreteros, etc. ahora se van a multiplicar, repercutiendo en la crecida de la población. Así de esta forma si en 1900 Valdepeñas tiene 21015 habitantes, dos décadas más tarde en 1920, recoge 25218 (5).


ÚLTIMOS BOTEROS EN VALDEPEÑAS


Al parecer y según nos comentaba Manuel Fresneda, conocido artesano del gremio de la botería, jubilado en el año 2000, al que le ha seguido en esta especialidad su hijo Antonio, a principios del siglo XX existieron en Valdepeñas 25 boterías que trabajaban las odres y pellejos como envases para el vino con sus diversos talleres repartidos por la ciudad, que sumando oficiales y ayudantes, llegaban a los 100 trabajadores aproximadamente, abasteciendo a cosecheros y exportadores, al Tren del Vino, que trasladaba el preciado líquido a Madrid y a otras partes de la Península.


De aquellos artesanos y sus negocios dedicados al pellejo del vino, en 1940 quedaban sólo 5. El taller de Aquilino, que tenía su ubicación en la calle Capitán Fillol, casi esquina con la calle de la Redonda hoy de la Constitución, que tenía 22 trabajadores.


Saturio que tuvo tenía su taller en la calle de Caldereros en el número 12, con 5 empleados.


Eusebio, que trabajaba también las pieles convirtiéndolas en pellejos de vino, en un local de la calle de la Unión esquina a la calle de los Mártires hoy de La Magdalena, llegó a tener tres trabajadores.


Los hermanos Germán y Juanico, estuvieron trabajando esta especialidad en la calle de la Virgen en el número 11, en lo que era antes calzados Pepe Iha.


Cristóbal Muñoz, estaba situado en la calle de Sor Cándida, 21, con la ayuda de su hijo y de 5 oficiales, entre ellos Manuel Fresneda, que al jubilarse su maestro, puso su negocio por su cuenta en la que hoy sigue ejerciendo su hijo Antonio, en la travesía de Gregorio Prieto, número 1 de Valdepeñas.


Manuel comenzó con el negocio de los odres y pellejos de vino en 1949, sirviendo a las tabernas, bares, mesones, directamente, pero también a cosecheros y exportadores.


El trabajo de las pieles, es un proceso muy lento, delicado y complicado. En principio las pieles las salaban y las curtían. Para ello utilizaban serrín de corteza de encina. Hoy sin embargo la reciben de fábrica con la inclusión de taninos y colorantes dependiendo del color deseado. Tanto Manuel como Antonio Fresneda, han estado y están utilizando herramientas de mano como palillos de huesos de animales, cerdas de jabalí, cabos de cáñamo, fuelles, guadañas y productos vegetales como la pez negra y viscosa, que es un producto de la destilación de la trementina, que actúa como impermeabilizante del cuero por su parte interior, que como se sabe proviene de la piel de las cabras, también utilizan aún máquina de coser con una antigüedad de 200 años y otras herramientas así como un largo etc.


Añadía en su comentario Antonio que por los visto el Tren del Vino cuando salía de Valdepeñas a principios del siglo XX, lleno de pellejos de vino. Si había alguna avería en los pellejos, por donde se escapaba el vino, el arreglo consistía y que se estuvo haciendo hasta hace unos años, era introducirle en dicha hendidura un cordel doble con una aguja que luego se dejaba el cordel sólo, que al introducirse aumentaba de tamaño y se inflaba al pasar al vino y de esta manera se arreglaba la salida del líquido. Pues bien a esto le llamaban vulgarmente “echarle un clavo” frase que se ha hecho célebre con otras acepciones.


Otra anécdota que comentaba Antonio Fresneda, es que los maestros les metían prisas a los oficiales y aprendices para terminar pronto su trabajo con esta frase “Venga chiquete que a las 7 cierran la estación”.


Esto es un poco la historia de los pellejeros en Valdepeñas, ya que hace una cuarentena de años, tuvieron que abandonar el trabajo de los pellejos de vino, para dedicarse al de la bota, al utilizarse otros materiales como la cuba de madera, el cristal, el plástico más otros materiales de usar y tirar.


En el año 2000 le llegó la jubilación a Manuel Fresneda, debido a sus edad por lo que le sucedió su hijo Antonio que según comentaba tiene pocas perspectivas el oficio y sobre todo vivir de ello, ya que no recibe ninguna gratificación para mantener este trabajo tan apasionante por parte de la administración, ni se organizan visitas ni se hacen cursos para que esta especialidad tan original no desaparezca. Insistía Antonio, diciendo que actualmente quedan en España 5 boteros, de ellos hay 3 en Castilla-La Mancha. Así mismo, Antonio a sus 52 años, último botero de una gran familia de artesanos de las pieles, añadía, que de no poner remedio la administración, el oficio de pellejero y botero quedaría extinguido en Valdepeñas, supuesto él por su parte ni sus hijos no quieren seguir el oficio, ya que las ventas han flojeado y no es muy contribuyente después de pagar impuestos y gastos el mantenimiento del negocio.



5 Según Censos y Padrones en la provincia de Ciudad Real, dependiente del INE (Instituto nacional de Estadística. Hoja 2.



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