Originario de Ciudad Real y descendiente de agricultores -“Lo que más me ha enseñado en la vida son los años que pasé trabajando con mi padre en el campo”, dice en cuanto tiene oportunidad-,José Esquinas es ingeniero agrónomo y ha trabajado durante dos décadas en la FAO.
Desde allí, primero, y ahora desde la Cátedra de Estudios para el Hambre y la Pobreza de la Universidad de Córdoba, Esquinas defiende la agricultura familiar y una justa distribución de los recursos en todos los foros en los que participa.
A sus 72 años se define como optimista y está convencido de que se puede cambiar el mundo, pero para ello la ciudadanía tiene que implicarse. Con sus acciones, su voto y su consumo: “Transformemos nuestro carro de la compra en un carro de combate”, es uno de sus lemas preferidos..
Además, rechaza rotundamente la idea de que no hay alimentos para todos: “producimos un 60% más de los alimentos que necesitamos, pero cada día 40.000 personas mueren de hambre, no es una cuestión de cantidad sino de distribución.
Nuestro sistema actual no es eficiente, ni justo, ni sostenible”
Las hambrunas pueden ser coyunturales o crónicas. Las primeras son consecuencia, por ejemplo, de efectos naturales (un tifón, un terremoto…) y pueden ser comprensibles y solucionarse en un tiempo razonable. El problema son las hambrunas crónicas, estructurales, que tienen muchas causas.
Para empezar, el sistema agrícola en el que estamos no se orienta a alimentar a las personas sino a producir más. Las inversiones se realizan para lograr una mayor producción, sí, pero sólo para dar de comer a quien tiene con qué pagar. En muchos países el 80% de la comida que llega a la boca de los consumidores proviene de la agricultura familiar.