En mi anterior reportaje sobre las tabernas centenarias de Madrid, reseñé dos de ellas: “
“Taberna de Antonio Sánchez” (Mesón de Paredes, 13), casa fundada en 1830 por el matador de toros José Sánchez “Cara Ancha”, que en 1870 pasó a manos del picador Matías Uceta “Colita”, y algunos años después, en 1884, la adquirió el valdepeñero Antonio Sánchez Ruiz, tasca ilustrada y casi dos veces centenaria, que heredó su hijo Antonio Sánchez Ugarte, nacido en dicha taberna, en Madrid, en 1897 y fallecido en la misma ciudad, en 1964, torero y pintor, discípulo y amigo del prestigioso artista Ignacio Zuloaga, que le enseñó a perfeccionar sus trabajos pictóricos, tras retirarse A. Sánchez de los ruedos en 1929, después de 22 cornadas, lo que ocasionó, que abandonara el toreo y se dedicara a regentar la histórica tasca y a pintar y dibujar, llegando a obtener importantes galardones en varios concursos y certámenes, pero particularmente en
También era A. Sánchez un excelente dibujante, como lo demuestra en el retrato a carboncillo y ceras, que le hizo a mi tío Matías Brotóns Gonzálvez, en los años 50, dada la relación entrañable que mi familia tenía con el torero, tabernero y pintor, ya que, durante más de 60 años abasteció con sus vinos a la taberna la bodega familiar que fundó mi abuelo Joaquín Brotóns Fenoll, en los años 20, bajo el nombre de “Bodegas Santa Pola”, que, posteriormente, en 1944, creó la sociedad mercantil: “Matías Brotóns, Hermanos y Compañía”, junto a sus hijos varones: Matías, Joaquín y Francisco-mi padre-, que se dedicaron a la elaboración, embotellado y exportación de vinos blancos y tintos, entre otras actividades, ampliando el negocio al adquirir en los primeros años 50 las “Bodegas Santa Isabel”, fundadas en 1898; bodegas, que se cerraron en 1992 y en las que colaboramos cuatro generaciones, tras 72 años dedicados a la elaboración y comercialización de vinos, lo que motivó, entre otras razones, años más tarde, que el Pleno del Ayuntamiento de Valdepeñas, en sesión celebrada el 27 de julio de 2004, acordara rotular una calle nueva con el nombre de “Bodegas Brotóns”.
Esta catedral del vino de Valdepeñas, conocida popularmente por la “Taberna de Antonio Sánchez” o “La taberna de los tres siglos”, mantiene intacta la decoración desde su fundación, entre los que destacan: la azulejería original de los zócalos, el mostrador de madera y la pila de zinc, los veladores de mármol blanco, las lámparas de gas con la que se iluminaba, cuando aún no había luz eléctrica en Madrid. Asimismo, es una auténtica reliquia el elevador de botellas, que subía el vino desde la cueva de tinajas de barro de Colmenar de Oreja, que permanece igual que cuando se inauguró; especialmente curioso es el antiguo cartel que anuncia el precio de las torrijas, que es de hace muchísimos años, ya que indica: Torrijas a 15 céntimos de las antiguas pesetas, pero que, si actualmente le llevas los 15 céntimos de peseta, te dan tu torrija. Igualmente es digna de citar la caja registradora, que funcionaba con pesetas y céntimos, cuya antigüedad supera más de 130 años. Bellísimo es el reloj que marca las horas, que lleva marchando unos 120 años, entre otras antigüedades, como un cartel que anuncia: “Prohibido escupir en el suelo” y otro, que indica: “Retretes”.
Las paredes están estucadas y tienen pintados unos medallones con los rostros de los antiguos toreros: “Frascuelo”, “Lagartijo” y “Cara Ancha”, que eran clientes de la taberna, donde se tomaban un vino y una torrija, ya que dicho dulce, era la especialidad de la casa y fueron muy famosas en el pasado siglo, como lo demuestra que llegaron a vender 2000 torrijas en un día. Pero entre su añeja decoración llena de solera, sobresalen las cabezas disecadas de los toros de las alternativas de Vicente Pastor, dada en 1902 por Luis Mazzantini, junto a la del toro “Fogonero”, que toreó y mató Antonio Sánchez Ugarte, otorgada en la plaza de toros de Linares, el 29 de agosto de 1922 por Ignacio Sánchez Mejías, conocido torero, escritor e intelectual, que era amigo de los poetas de
En el pasado siglo, en dicha fabulosa taberna, tenían tertulia semanal personalidades como: Pío Baroja, Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga, Julio Camba, Gregorio Marañón, José María de Cossío, Juan Cristóbal, Vázquez Díaz… y el fino y bohemio escritor y periodista de ABC, Antonio Díaz-Cañabate, que, inspirándose en esta tasca y en el vino que elaboraba mi padre, que era el que bebían, escribió el libro “Historia de una Taberna”, publicado por la prestigiosa editorial Espasa-Calpe, en su colección Austral, en 1947; libro, en el que elogia los vinos que hacia mi antecesor y cuya primera edición guardo como oro en paño, ya que está dedicada a mi padre por su autor, que era abogado y un excelente escritor costumbrista, poseedor de una fina prosa, ágil, lúdica y erudita, que lo convirtió en uno de los más relevantes escritores de su época, en temas costumbristas; materias, que le hicieron digno de que el Ayuntamiento de
Años después, se reunían, en este mismo cenáculo báquico a hablar de literatura y arte, pero también a conspirar contra el gobierno franquista, los poetas, escritores y pintores pertenecientes a la corriente vanguardista de posguerra del Postismo: Gabino Alejandro Carriedo, Carlos Edmundo de Ory, Francisco Nieva, Carlos de
Actualmente, la mítica “Taberna de Antonio Sánchez”, también es un magnífico restaurante, que tiene una carta variada y de platos abundantes de comida casera: Callos a la madrileña, cocido madrileño completo, rabo de toro, pisto manchego, chipirones en su tinta, morcilla con pasas y piñones, y la ya acreditada “Olla gitana”, que está para chuparse los dedos, entre otros platos contundentes, que regados con un buen vino y finalizando con una torrija de la casa, que son una exquisitez, puede almorzar o cenar como un Cardenal. También tiene muy buenas tapas y canapés para degustar en la barra o en las mesitas y banquetas de caoba y roble, donde sentaron sus posaderas los mejores escritores de
En 2007, el Ayuntamiento de Madrid, le otorgó el título de “Establecimiento Centenario”, que se exhibe enmarcado en las paredes, junto a textos publicados en periódicos y revistas, que han escrito sobre la citada taberna y sus vinos, destacando uno del célebre doctor Marañón, que alaba los beneficios del vino, siempre que se beba con moderación, ya que era un buen degustador y experto en vinos, que fue cliente hasta su muerte de la bodega familiar “Matías Brotóns y Hermanos”, continuando su viuda doña Dolores Moya, cuyos sobres para enviarle las facturas, escribía yo en una vieja máquina de escribir “Olivetti”, que había en la oficina de la empresa familiar.
El precio medio del menú es de 20-25 euros. Tiene plato del día a un precio módico. El horario es de:
Sobre la citada renombrada tasca, han escrito importantes escritores y periodistas: Luis Carandell y José Luis Pécker, entre otros, pero el más relevante de todos, es el emotivo artículo que en el diario ABC publicó don Camilo José Cela (Premio Novel), que gustaba de ir a llenar la andorga con sus viandas y acompañarlas con una frasca de vino de Brotóns.
Esta auténtica joya, que es una institución en la hostelería madrileña, es de visita obligada, ya que se come bien y a buenos precios, en una taberna cargada de historia y leyenda, que conserva todo su casticismo y raigambre de 187 años, en la que yo quedaba siempre con mi querido amigo y paisano el actor Valentín Hidalgo Rubio, donde comenzábamos la ruta báquica, que solía alargarse hasta el amanecer, pero taberna a la que actualmente voy poco, ya que, en ella hay demasiados recuerdos de los tiempos de amor y felicidad, ya lejanos, pero grabados a fuego en la memoria. Además, no bebo alcohol, desde el año pasado que tuve un infarto, en el que el eminente cardiólogo y excelente persona y paisano, el doctor don Fernando Lozano Ruiz-Poveda, me implantó 5 “muelles” en las arterias, en el Hospital General Universitario de Ciudad Real, aunque el famoso galeno me indicó que podía tomarme un par de copas de vino tinto, pero prefiero no catarlo, dado que, como se dice en Valdepeñas, mi ciudad natal: “Ya me he bebido mi tinaja”.
Me olvidaba de decir, que dicha tasca ilustrada, sirvió de escenario para una secuencia de la película de Pedro Almodóvar “
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