jueves, 28 de marzo de 2024, 09:50

Constantes endémicas

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 Con irracionalidades en ambas orillas del Nilo hispánico, como llamaba Eugenio Montes al Ebro, no se puede llegar a ninguna decisión racional, sino sólo a una situación trágica, que es lo único que puede engendrar la irracionalidad política.


El órdago absurdo de Mas no tiene la misma reciedumbre que el de Companys. En Cataluña no está Batet, y, lo que es más importante, la bolsa para Mas es primordial, y nunca la pondrá en peligro por ideales catalanistas, sino que éstos tendrán siempre un papel ancilario de aquélla. ¿Se volverá a repetir este octubre de 2015 el octubre rojo del 34?

Dado que la Democracia no otorga el Poder político a la izquierda, ésta decide tomarlo por la fuerza. Intentan sublevar a toda España, también a Madrid, pero la Revolución sólo llega a cuajar durante unos días en Asturias, parte de Palencia y Santander, y apenas diez horas en Cataluña, donde la Revolución se unió al separatismo de Lluis Companys, que declaró el Estat Catalá.


Cataluña ha ido arrancando jirones de soberanía política cautelosamente. El apetito viene comiendo y al separatismo se llega devorando. El independentismo catalán es compatible con el imperialismo catalán, pues Cataluña, instrumentalizada por una minoría de nacionalistas extraños, no sólo ha querido separarse de España, sino que ha querido arrancar a ésta otros territorios. Así, en 1936 la Generalitat edita un mapa ( circula incluso en tarjetas postales de la época, de las que uno posee un par de ellas ) que alcanza desde el Pirineo aragonés hasta el reino de Murcia. Y el archipiélago Mediterráneo. Sería otra forma de integrarse en España, catalanizando España, conquistándola. Eso lo llegó a pretender Roca, pero la derecha españolista no apoyó a la derecha catalana. Mal hecho. Hoy, con una España catalana, no tendríamos el problema de Mas, que no tiene altura política para ser alcalde de una aldea catalana, y es presidente de su Generalitat; con lo que se ve que en esto los catalanes son muy españoles. La españolidad catalana ha vivido demasiado tiempo a costillas del prójimo político. La Generalitat ha dicho ya demasiadas veces a España: “Nosotros somos nosotros y vosotros sois para nosotros”. Es así que el separatismo ha acabado en negocio como chantaje.


El separatismo se aprovecha de la agonía de un sistema político que fracasa, pues siempre aparece en instantes en que el Estado es débil o ha sufrido un revés. No se le exija al separatismo deberes ni sacrificios. Vive, como microbio, en el caldo de cultivo de la anemia. En su parte más paroxística separa hasta su propia separación. El abismo llama al abismo, la demencia multiplica la demencia. Los azuzadores del separatismo declaman la oda a las virtudes de los que pretenden segregar, contra los vicios degradados de “los otros”. Exaltan la vanidad del secuaz, denigran al hermano, pretenso ex hermano. En Barcelona, un doctor Robert descubrió que el cráneo catalán era superior a los demás cráneos del mundo. ¡A lucir calavera, pues estamos por encima de los huesos peninsulares! Les dijo Unamuno en cierta ocasión a los catalanes: ¡Catalanes, os perderá la estética!” Admite la revolución separatista todas las ideologías, siempre que se sometan al propósito independentista.


En realidad, un separatista es un inadaptado de por vida. Sus segregaciones envenenan el medio en que reniega.


En diciembre del 33 muere Maciá, y lo sustituye Lluis Companys. La democracia anarquizante y separatista plagiaba al fascismo estrictamente unionista y de espina dorsal militar. Companys crea una fuerza militar independentista, y pone al frente de la misma al incapaz Duncas. Duncas se convertirá en el Roger de Lauria de la parte marcial. El general Batet, en un último intento de que no llegue a la locura Companys, va a visitarlo para procurar un arreglo. Batet desea impedir el reparto de armas al pueblo. Companys responde a Batet que necesita consultar con sus consejeros. Y diez minutos después declara el Estat catalá con sus siete mil “escamots” muy bien armados. El general Batet corta la recién nacida independencia con cinco cañonazos. El Estado catalán había durado escasamente diez horas.


Lerroux había conseguido desactivar la locura nacionalista sin demasiados daños colaterales. ¿Rajoy tendrá que hacer el papel de un nuevo Lerroux? Estamos seguros de que un Lerroux sin estraperlo, prudente, y con la experiencia que no tenía el viejo Alejandro.


Mucho más cobarde que Companys, y muchísimo más tonto que Maciá y Pujol, Mas, empedernido cacógrafo, se constituye en la bomba humana más peligrosa del Estado español, por parecerse a aquel pastorcillo mentiroso que gritaba a sus vecinos “¡que viene el lobo! ¡que viene el lobo!”, cuando no era cierto, y que los vecinos, tantas veces burlados, no le creyeron cuando era verdad. Por ello Rajoy debería actuar pensando que la convocatoria del 27-S no entraña ningún farol.


España “es” y España “está”. Eso lo sabe el gobierno y actuará ante esa evidencia como se espera, haciendo acatar la Ley sin histerismos ni con medidas desproporcionadas, las cuales podrían sugerir la aparición de otro nacionalismo histérico, el español.

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