viernes, 29 de marzo de 2024, 17:03

El Penalty cumple 90 años

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Gabriel, tras el mostrador de "Casa Álvarez", 1941.



Corría el año 1928 cuando Hilario Álvarez abrió la taberna: “Casa Álvarez”, que estaba situada en los soportales de Plaza de Valdepeñas, junto a la taberna: “Vinos La Perla”, donde mi vecino y amigo Ramón Muñoz, comenzó a trabajar en dicha tasca, que era propiedad de José Abad, viejo tabernero y buen amigo mío y de mi familia, que, posteriormente, abrió: “La Taurina”, local del que fui asiduo desde mi juventud hasta su cierre, ya que su dueño era muy buena persona, cliente de los negocios de mi familia y un mesonero de los antiguos, que tenía la buena costumbre-ya casi perdida-, de invitar a los consumidores fieles a la última ronda de vinos, tradición, que también se hacía en: “Casa Álvarez”.


Algunos años después, en 1943: “Casa Álvarez”, se cambió unos pocos metros más arriba, donde actualmente está, pero era una taberna pequeña-como todas las que había en los soportales: “El Conejo”, “Vinos La Perla”, “Casa Gabriel”, “El Cojo”, “Casa Lucas”, entre otras cantinas y bares, como el “Bar España” y “El Sebastián”. Éste último era más grande y señorial, y sus clientes más acomodados…


SEGUNDA GENERACION


En 1939 fallece el fundador de: “Casa Álvarez”, haciéndose cargo de la tasca su viuda, doña Alejandra, ayudada por sus hijos: José, Hilario, Antonio, Ignacio y Gabriel. Años más tarde, José, decide dedicarse a su oficio de zapatero, pero compatibilizándolo por la madrugada con la apretura del bar, continuando, durante el resto de la jornada laboral en la taberna, los otros hermanos, que, en aquellos tiempos, servían: “jarrillas de cuatro onzas” y “media libra” de vino, vermut y mistela, que eran las bebidas más consumidas en aquella época gris y pobre de la España de posguerra, junto a la manzanilla de hierbas o jarabe, que estaban exquisitas, especialmente, si le añadían un “chorreón” de anís seco o dulce.


Con el paso de los años, los hermanos: Hilario, Antonio e Ignacio, abandonan el negocio familiar, siendo Gabriel, que era el más pequeño y empezó a ayudar a su madre con doce años, el que se queda regentando el negocio y el que lo amplia al comprar las tabernas linderas de: “Abelito”, “Morita” y otra más, cuyo nombre se ha perdido en la niebla del tiempo, como otras tascas valdepeñeras: “Casa Sáez”, “La Pincha”, “Los Caracoles”,”El Gol”, que visité en mi juventud dionisíaca..


“EL PENATY”.


En 1950, dada la enorme afición de Gabriel al fútbol- hasta el punto de poner todos los domingos una pizarra con los resultados de los partidos-, decide cambiar el nombre de: “Casa Álvarez” por el de: “Bar El Penalty”, que es el que yo he conocido, dado que el comentado bar, es el sitio habitual de la Ciudad del Vino, entre otros establecimientos, en el que nos citamos casi todos los valdepeñeros, ya que es un local histórico y emblemático, que tenía su limpiabotas propio, el famoso: Silverio, que se encargaba diariamente de hacer los recados y encender todas las madrugadas la estufa de leña y carbón, pero a cambio de tener su caja de “limpia” en el local y lustrar allí los zapatos de algunos clientes finos y adinerados, ya que las clases proletarias calzaban alpargatas, que, muchas de ellas, las adquirían en la alpargatería de mi abuelo paterno, que estaba situada en la calle: Real, 1, esquina a Cruz Verde y que heredaron sus hijas: Felisa e Isabel, mis queridas tías, que eran comerciantas innatas y tenían un extraordinario sentido del humor, que encandilaba a los/las clientas.


Además, Silverio, tenía gratis todos los días del año un plato caliente de comida y todo el vino que quisiera beber, que no era poco, ya que el susodicho “limpia”, era un buen “aficionado” a los caldos de Valdepeñas, hasta el extremo de que era un bohemio, que nunca tenía una peseta en los bolsillos y siempre vivió pobre, dándose la penosa circunstancia de que cuando murió, no tenía dinero para pagar su entierro, y Gabriel-el dueño de “El Penalty”-, que era una persona de carácter serio, pero excelente hombre y excesivamente bueno y generoso, hizo una colecta entre los clientes para pagar los gastos del entierro y ponerle una lápida, cuya inscripción dice: “Tus amigos del Penalty no te olvidan”.


Dicha lápida, todavía se puede ver en el cementerio de Valdepeñas, donde yacen los restos del nombrado Silverio, que recuerdo- siendo yo poco más que un niño-, cuando Silverio iba a encargar para: “El Penaty”, que le llevaran: 5 kilos sal molida o en grano, sacos de patatas, bolsas de limones, cebollas, cajas de tomates, melocotones, botes de tomate de cinco kilos y otras conservas, al almacén, al por mayor, de frutas, pescados frescos, conservas y salazones: “Matías Brotóns, Hermanos y Compañía”, que fundó mi abuelo Joaquín Brotóns Fenoll, en 1944, junto a sus hijos: Matías, Joaquín y Francisco-mi padre-, que todos fueron clientes del citado bar, como sus trabajadores; bar, que yo conocí siendo un niño, ya que mi apreciado amigo Hilario Álvarez Pintado, antiguo camarero del bar, jubilado hace años, me recordaba, que yo no llegaba ni a la altura de la barra del bar, cuando iba a pedirle vasos de gaseosa, algo que le sorprendía, dado que todos los niños pedían agua, pero no gaseosa, que era una exquisitez, en aquellos años.


El lema de éste bar casi centenario, siempre fue tratar y servir a todos los clientes con el mismo respeto y educación, fueran pobres o ricos, cosa que no ocurría en otros bares y tabernas, cuyos nombres no quiero citar aquí, ya que podría herir sensibilidades…


LA DECADA DE LOS 60.


Hacía 1960, cuando las mujeres empezaron a entrar en los bares- ya que hasta entonces era muy raro ver a una fémina en tabernas y bares-, “El Penalty”, cambió de hábitos, como toda la hostelería local, porque el cliente empezó a solicitar otro tipo de bebidas diferentes a las referidas anteriormente, comenzando a pedir refrescos y otras bebidas, que antes no eran habituales, salvo la zarzaparrilla, que había un cliente de cuyo nombre no quiero acordarme, que era un buen bebedor del néctar de Baco y cuando iba con su esposa a el bar, pedía una caña de zarzaparrilla, pero el camarero, que estaba compinchado con él, le servía una caña de vino tinto, dado que tiene el mismo color, lo que hacía, que su consorte creyera que estaba bebiendo zarzaparrilla.


También, en los años del franquismo, cuando el Salón de Plenos del Ayuntamiento estaba de almacén y en él se hacían gachas y otros desayunos…, había un Alcalde de Valdepeñas, que le pedía a Gabriel, que le subieran un botellín de cerveza, pero era de vino, que le envasaban en el botellín y le ponían su chapa de cierre, como si fuera cerveza, dado que era lo acordado entre el señor regidor y el dueño del bar.


Precisamente, en los finales de los años 60, el bar: “El Penalty”, fue premiado por el sorteo del: “Disco Sorpresa” de la conocida marca de coñac: “Fundador”, con un flamante coche: “Citroën 2 CV”, que el bueno de Gabriel, vendió y el dinero obtenido lo repartió entre todos los operarios del bar, lo que demuestra la bondad de este hombre, que tuve el gusto y el honor de conocer y tratar durante muchos años, hasta su muerte, que sentí tanto como sus hijos, dado que era un hombre especial, irrepetible, que, en los años 80, cuando un poetastro valdepeñero, corroído de envidia e hijo de una acrisolada familia, me escribió unos anónimos públicos, que envió casa por casa, en los que me decía de todo, menos bonito, Gabriel, me lo entregó en mano y me dijo: “Toma, alguno que te quiere mucho…”, detalle que me emocionó y le agradecí toda la vida, y que también hicieron otros paisanos, cuando me los encontraba en las calles de Valdepeñas, patria chica de Bernardo de Balbuena, Ana de Castro, Lorenzo Luzuriaga, Gregorio Prieto, Juan Alcaide, Francisco Nieva, Ignacio Morales Nieva, Sagrario Torres, Tomás de Antequera -era cliente fijo del bar, cuando venía a Valdepeñas-, Ignacio Crespo Foix, Oscar Benedí, entre otros hombres y mujeres ilustres, que ha parido mi Alejandría, mi Atenas de La Mancha: “La Muy Heroica Ciudad”.


TERCERA GENERACION


En 1980 se incorpora al negocio el hijo de Gabriel y nieto del fundador, mi viejo y entrañable amigo José Luis Álvarez, que, tras abandonar los estudios, aprende el oficio de hostelero de las manos de dos grandes taberneros, su padre y su tío José. Éste último, era un hombre de carácter seco y un profesional muy original, ya que, no retiraba los servicios servidos hasta que no pagaba el cliente, dándose, en muchos ocasiones, especialmente por la mañana temprano, que tenía todo el mostrador de la barra atestada de vasos vacíos de manzanilla, tazas de cafés, copas de aguardiente….


Mi estimado amigo, antes nombrado José L. Álvarez, reformó el local, dándole el ambiente y la decoración más próxima a la primitiva: “Casa Álvarez”, particularmente en la barra, tras un viaje que hicimos a Madrid, en que le enseñé la ruta de las tabernas centenarias de Madrid: “Casa Paco”, “Casa Antonio”; “El As de los vinos”, “Casa Labra”, “El comunista”, “Bodegas Ricla”, “Casa Alberto”, “Viva Madrid”, “Bodegas Rosell”, “La Venencia” entre otras, terminado en la mítica taberna de: “Antonio Sánchez”, fundada en 1830 y a la que la bodega familiar, que fundó en 1920 mi abuelo antes aludido, abasteció durante más de 60 años a dicha tasca ilustrada y en la que se inspiró el abogado, juez, cronista de Madrid, periodista del diario: “ABC” y escritor, don Antonio Díaz Cañabate, que en su libro: “Historia de una taberna” (Espasa Calpe, 1947), elogia los vinos que elaboraba mi papá, Francisco Brotóns Gonzálvez.


RESTAURANTE


En el año 2009, J. L. Álvarez, crea un restaurante dentro de: “El Penalty”, bar-restaurante, en el que tengo reservada una mesa y en la que almuerzo todos los días del año, ya que se come divinamente y a precios normales, dentro de los locales que son históricos y casi centenarios, dado que, desde 1928 sigue estando en manos de la misma familia, siendo, actualmente, su gerente y propietario el antes nombrado colega José Luis, que, hace unos meses, alquiló el local que hay junto a su bar, donde ha inaugurado un nuevo restaurante-enoteca, que para reuniones de 25 o 30 personas es ideal, ya que es un restaurante íntimo, silencioso, independiente del bar, montado y decorado por un buen profesional como el amigo Santos Neira, que ha conservado toda la parte varias veces centenaria del edifico, pero dándole un ambiente entre rústico y moderno, en el que se puede comer también a precios corrientes y tiene menú del día. Además de una amplia carta de raciones y vinos blancos, tintos y rosados acogidos a D.O. Valdepeñas.


PARROQUIANOS


Entre los clientes del bar: “Penalty”, que, como ya he escrito anteriormente, no hay diferencia en el trato a todos sus parroquianos, se pueden citar a amigos míos y paisanos, junto a grandes personalidades del mundo de la cultura, que he llevado a dicho bar a degustar sus vinos y sus tapas características manchegas, como los poetas y escritores: José Hierro (Premio Cervantes), Pablo García Baena (Premio Príncipe de Asturias y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana), Luis Antonio de Villena (Premio de la Crítica), Luis García Montero (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Literatura), Carlos Murciano (Premio Nacional de Literatura), Francisco Nieva (Académico de la Lengua Española y Premio Príncipe de Asturias) y Luis Jiménez Martos (Premio Nacional de las Letras).


Igualmente, me han acompañado a catar sus vinos y tapas, otros escritores menos premiados y famosos, pero también importantes autores y excelentes amigos/as, como: Leopoldo Alas Mínguez (sobrino-nieto del famoso), Pedro Antonio González Moreno, Amador Palacios, Miguel Galanes, Raúl Carbonell, Teo Serna, José María González Ortega, Juan Andrés Pastor, Rosa Peñasco, Teresa Sánchez, Cristina Galán, Aurora Gómez, Tomás Megía, Victoria Camacho, Antonio León, Juan José Guardia, Carlos Barrajón, Fernando Martínez de Carnero y tantos otros/as, que harían interminable el reportaje, la crónica de este local legendario.


También he llevado a saborear sus especialidades: morcillejas, gambas rebozadas, pisto, queso manchego en aceite o fresco y sus excelentes: “Gachas valdepeñeras”, junto a sus exquisitos caldos báquicos, entre otros, a los pintores: Pedro Castrortega, Manuel Domingo Castellanos, Óscar Benedí, Heriberto Mora, Daniel de Campos, Miguel Carmona-autor de el retrato que preside mi mesa reservada para los almuerzos-, Miguel Navarro, Daniel Albors; y los actores: Sancho Gracia, Gabino Diego, Paco Maestre, Valentín Hidalgo Rubio, junto a los polifacéticos: Paco Clavel y Fabio McNamara.


Asimismo, en el libro de firmas, aparecen las rubricas del boxeador Pedro Carrasco, el dramaturgo paisano y amigo Paco Nieva, el pintor Castrortega, el actor Gabino Diego, el afamado músico de Gaita Carlos Núñez, entre otras.


Sirvan estas líneas, que he escrito con la sangre roja de mi corazón roto, lacerado, como homenaje y recuerdo a toda la familia Álvarez, que de una forma u otra han colaborado en el engrandecimiento del bar-restaurante: “El Penalty”-mi segunda casa-, pero también a todos los “currantes” que han pasado por dicho local, particularmente a los actuales camareros, mis buenos amigos: Juan- 47 años detrás de la barra-, Reyes, Manolo, Paco, Willians…, y los cocineros Pedro y Miguel, todos ellos magníficos profesionales de la hostelería, que se sacrifican cada día para atender a la exigente clientela de dicho local casi centenario: “El Penaly”, que cumple 90 años. Toda una institución viva en la Ciudad del Vino y la Cultura: Valdepeñas, mí amada ciudad-isla.


www.joaquinbrotons.com



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Gabriel y su sobrino Hilario, tras la barra de: "El Penalty", 1951


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Gabriel, su hijo José Luis, camareros y clientes, junto al coche del coñac Fundador. 1968.



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De Izda a Dcha: José Luis, dueño de: "El Penalty" y Joaquín Brotóns, autor del reportaje, en la mesa que el poeta tiene reservada para almorzar, 2018.


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Joaquín Brotons (Izda) y José Luis Álvarez, en el restaurante-enoteca: "El Panalty", 2018.