jueves, 28 de marzo de 2024, 10:38

'Casa el Cojo', en Valdepeñas

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210318 VA EL COJO


El 27 de mayo de 1925, cuando se inauguró el Mercado Municipal de Valdepeñas, ya existía una taberna, que era de un antecesor de Casa el Cojo, tasca que estaba situada bajo los soportales de la preciosa plaza de España de la: “Ciudad del Vino”, donde actualmente tiene una puerta de entrada las antiguas: “Pescaderías Cantábricas”.


Dicha tasca la reabrió, hacia 1940 Juan José García de la Torre, que estaba cojo y le apodaron: “El Cojo”, nombre con el que se conocía su taberna, hombre muy negociante y activo, que alternaba el negocio de vinos con un puesto de productos alimenticios, que tenía frente a la centenaria: “Mercería Barchino”, en la calle Virgen, popularmente conocida, en aquellos tiempos como: “Cuesta del Palacio”.


El citado Juan José García de la Torre, contrajo matrimonio con María Francisca Ruiz Escalera, que le ayudaba en las labores de la taberna y tuvieron seis hijos: Fidela, Alfonso, Isaías, Sabino, Orosia y Tolentino. Su hijo Alfonso, como otros hijos, ayudaron en la tasca, hasta casarse, pero Alfonso García Ruiz, que nació en 1924, fue el único que se dedicó a la profesión de tabernero, entre otras, ya que, entre 1955 y 1958, fue distribuidor en Torredonjimeno (Jaén) del vino de las bodegas de mi padre y mis tíos, Matías y Joaquín: “Bodegas de Matías Brotóns y Hermanos”, de Valdepeñas.


Posteriormente, en 1958, abrió la taberna: “Casa el Cojo”, en la calle Bataneros, 8, frente a la calle Sevilla, que comunicaba con el Mercado Municipal de Valdepeñas, tasca que gozó de mucha fama y funcionaba muy bien, hasta 1 de Julio de 1979, que la trágica riada que sufrió Valdepeñas, la arrasó totalmente, quedando destruida por completo y llevándose, entre otras muchas cosas, quizás, la mejor colección de discos de flamenco, que Alfonso ponía en el tocadiscos solamente para los más íntimos.


Al quedar destrozada la taberna, estuvo un par de años buscando un sitio adecuado para restaurarlo y abrir otra vez su taberna, que lo encontró en la antigua: “Posada de la fruta”, casa solariega del siglo XVI, sito en la calle Bernardo de Balbuena, 2, donde, en el zaguán de entrada mandó hacer una preciosa barra construida con tinajillas de vino, que recreaba una bodega con sus “empotros”; taberna que se hizo todavía mucho más acreditada que la otra de la calle Bataneros, pero en ambos locales siempre servía el vino en frascas de cristal; vino que le abasteció toda la vida el mismo bodeguero: “Bodegas López Tello”, que eran muy conocidas en la hostelería local por su tinto: “Moya”, que Alfonso le compraba al estilo antiguo, que consistía, en que el tabernero visitaba la bodega de su proveedor y cataba el vino de varias…tinajas, hasta que encontraba una que era la que más le gustaba; tinaja, que con una tiza se escribía el nombre del cliente o de la taberna, y que era de la que sacaban el vino todo el año para el cliente que la había adquirido.


Poco tiempo después, cuando los parroquianos empezaron a pedir vino embotellado, solo tenía de dos bodegas: “Tarancón” y “Brotóns”, que era el que servía con las exquisitas raciones de: callos, tiznao, morcillejas y sus afamadas patatas fritas, cuyo secreto no contaba a nadie, como es lógico y natural en un buen profesional.


Yo recuerdo con nostalgia los muchos almuerzos a los que me invitaba, junto a otros amigos, donde llenaba un puchero de barro hasta la boca de tinto Moya, que debía ser de dos litros, pero que le veíamos el fondo todos los días, especialmente cuando hacía de desayuno…., sus conocidos: “Huevos al Cojo”, el conejo con tomate o con ajillos, la asadura de cordero frita con ajos, las gachas, los huevos a la porreta y tantos otros platos que hacía estupendos.


Ahora, cuando tengo prohibido por lo médicos beber alcohol, incluso vino, evoco aquellos tiempos de mi juventud, en aquella taberna típica, clásica, donde a los clientes más fieles, nos daba una tapa que a mí, personalmente, me encantaba, que eran los pimientos rojos fritos lentamente, pero con abundante aceite de oliva, lo que ocasionaba que, más que fritos, se cocían en ese aceite puro. Asimismo, recuerdo cuando me daba una tapa de mojama o bacalao inglés, que lo entregaba oculto en el puño de su mano, como si fuera droga…, pero era para que el resto de los clientes no lo vieran.


También era curioso, que cuando alguien le pedía una cerveza sin alcohol a alguna otra bebida que no fuera vino, siempre le decía. “Es que estás enfermo”, ya que mi viejo amigo Alfonso, era todo un personaje, que no tenía precisamente muy buen carácter, muchas veces, especialmente cuando los matrimonios iban a la taberna con los carritos de los niños, que le sentaba bastante mal, y decía: “Ya están aquí las “Marisoles”, pero con fina ironía.


En fin, que Alfonso García Ruiz, mantuvo la taberna abierta hasta que se jubiló, como Gabriel Álvarez, el dueño de la antigua taberna: “Casa Álvarez”- hoy Bar-Restaurante: “El Penalty”, que ambos, eran todo un personaje dentro del mundo de la hostelería valdepeñera y de los de la época de los vinos a granel, como otras tascas ya desaparecidas: La Taurina, Casa Sáez, Los Caracoles, Casa Lucas, El Gol..., que visité en los años báquicos de mi juventud, donde compartí el vino y la amistad con amigos y paisanos, pero también con grandes personalidades del mundo de la cultura: escritores, poetas, pintores, dramaturgos, actores…


Actualmente, el nieto del fundador de: “Taberna Casa el Cojo”, hijo de Alfonso y de la “Manola”, que tanto trabajó en la taberna, también sigue ligado al mundo de vino, pero no detrás del mostrador, como hicieron sus antecesores, ya que Alfonso García Cámara, es enólogo reputado y Presidente de la Asociación de Enólogos de Castilla-La Mancha, pero yo lo recuerdo con pantalón corto, siendo poco más que un niño, sirviendo las mesas de la taberna de su padre, Alfonso García Ruiz, dueño de la clásica: “Casa el Cojo”, en Valdepeñas.


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